miércoles, 26 de junio de 2013

Lo mejor de vivir en el cuarto derecha es atravesar, arriba y abajo, el parque. Encontrar a mis primeras horas de la mañana trozos de naturaleza - alas rotas, un resto de huevo azul, la sombra de un esmerejón - y respirar el humo celeste que guardo en las manos.
Siempre se escuchan a los pájaros, siempre, recuerdan a un grupo de jazz que trenza melodías al ritmo de la trompeta, distingo con claridad el zureo simbólico de las palomas  y los silbidos negros entre las hojas altas de verano.
Los perros son habituales, de toda clase social y republicanos, pero su naturaleza está medida, tampoco la conservan los pensamientos emigrados, ni la arena volcada con palas de media jornada. Los bancos sí la guardan, han echado raíces a fuerza de riego, charlas y besos. Los columpios también, con sus encadenadas alas de mariposa.
Así voy pasando y mirando, descubriendo nuevas ramas de gorriones,  mientras subo y bajo al cuarto derecha.





sábado, 22 de junio de 2013

Entra el aire frondoso por la puerta abierta del balcón, a ratos, caen rayos de luz, de uno en uno, lentos, solitarios, tibios.
La nubes sostenidas se reflejan en los cristales descuidados, el sol oculto por las cortinas alquiladas cae a su propio infinito.
No tengo más que decir, hay tardes sencillas con tonos grises en las que empieza a salir el sol y no hacen falta más sentimientos.

miércoles, 5 de junio de 2013





Me alegro cuando llego y el ascensor me está esperando abajo
- ahora llego de otra manera -
subo al cuarto derecha
en la cabeza me reinan números tristes y pobres
estrategias de espera y desamparo
entrevistas sin biografía
intimidades rotas sobre un papel
pasos débiles y paternales,
abro y cierro la puerta, callado,
y dejo de pensar,
tal vez por eso
que me espere el ascensor abajo
en ocasiones es suficiente.