domingo, 1 de mayo de 2016






Ayer me contaba mi hijo los jaleos que conlleva ser el administrador de trabajos informáticos en la universidad, lo cansado que está y me acudieron recuerdos, ¡siempre recuerdos! Un curso en el instituto  le quedaron cinco asignaturas, entonces  le recomendé que se preparara unas y, que otras las aparcara para el año siguiente, así llevaría los conocimientos más asentados, pero también le recalqué que la decisión recaía en sus manos.

- Me lo pensaré - contestó
 - Vale hijo, ya me dirás.- Sinceramente esperaba un sí, que se acomodara al consejo prudente que le daba, pero Gabriel sorprende en muchas ocasiones, creo que es cuando saca su mundo íntimo a la vida de los demás.

Al cabo de una semana le pregunté:

- ¿Qué has decidido?.
- No sé, me lo estoy pensando.- La cara de no sé, sonaba sincera, parecía perdido.

Sabía como es, aún lo sé, le dejé más tiempo. No suele llevar prisa en las venas, salvo para andar, porque camina siempre como si le persiguiera el tiempo.
Transcurrió otra semana y repetí la pregunta.

- ¿Qué has pensado?, ¿a cuantas te vas a presentar?
- No sé, me lo estoy pensando.- Estuvo  escueto y mohíno.

Esta vez me lo tomé algo peor, pero veía que se encerraba en su habitación y con libros, respiré y le recordé que las hojas del calendario caen como las de los árboles en otoño. (¡vale, sé que no fueron esas mis palabras, pero hubieran estado bien!)

Pasó julio con la calma chicha del verano y, en agosto, repetí la repetición.

- Hijo, ¿a cuántas te vas a presentar? ¿te has decidido ya?
- Si. - me lo dijo mirándome a los ojos.

Sinceramente me sorprendió, casi esperaba llegar a septiembre con la duda.

- Me presentaré a todas.- Contestó serio.
- ¿Te lo has pensado bien ?
- Sí. Lo quiero intentar - Seguía serio y con cara responsable (a medias).
- Muy bien, es tu decisión. A estudiar.

Y llegaron los exámenes de septiembre y, en efecto,  aprobó todo. Me asombró y, no solo a mi.

Y de cuando en cuando, me sorprende, ayer fue la última vez. En esta ocasión no fue por lo que me dijo, si no  por la hora, a las dos y media de la noche, yo me encontraba a medias de un ronquido, pero a él le pareció buen momento para hablar.

Un besaco hijo, hasta la próxima sorpresa, sea la hora que sea. Te quiero mucho.





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