jueves, 28 de febrero de 2019



Se ven algunas nubes arrastradas en el cielo, el resto es azul. El veintiocho de febrero del año pasado, recuerdo, fue más gris: los rayos de sol tamizados apenas iluminaban la piel; hubo tormenta al día siguiente, por la tarde - alrededor de las seis - llovió en frío, calando las calles y los pasos.


Los tilos del Paseo de la Estación no han florecido todavía a pesar de los trinos y de la prematura soleá, el año pasado - a estas alturas - tampoco; ellos guardan el recuerdo del tiempo y de la ausencia.


nubes arrastradas,
trina un pájaro
en la rama del tilo



viernes, 22 de febrero de 2019



Ya están podados los cinamomos de la avenida, sus drupas - arrugadas y blanquecinas -  resisten en las ramas más altas.

Tomo el camino a "Villa Carmen"  para ver si los almendros han florecido. Y sí, pero solamente los menos cuidados, los más silvestres, los otros aún andan en fila y callados.
 Me acerco a uno para olerlo; siempre me sorprende el aroma intenso y dulce a miel.  Así me limpio del  olor  a quemado que me había llegado poco antes, no sé si del incendio que ocurrió por aquí hace un par de años o de una hoguera de humo negro que arde  al pasar dos vallas al este.

olor a humo,
florecen los primeros
almendros

Ya de vuelta;  una viejecilla, con vestido negro y pelo blanco, camina con cuidado  apoyándose en una chica, que por el cariño que desprenden imagino que será la nieta.

podados los cinamomos,
la anciana cruza despacio
el paso de cebra





lunes, 18 de febrero de 2019


Subíamos hacia el refugio de Minateda, allí se encuentra la mejor muestra de pinturas mesolíticas del arte levantino - el guía consiguió que lo aprendiéramos-. El acceso es difícil y creo que lo provocan así para que apreciemos dónde vamos.

Una chica del grupo nos enseñó lo que era el incienso - al parecer existe una planta que le llaman el incienso español - y al triturar sus hojas entre las manos deja desprender ese  característico olor litúrgico.
También vimos un cagarrutero de conejos, que no necesita mucha explicación, y espinos con los que había que guardar las distancias.

En fin, llegamos con algún esfuerzo, lo esperaba algo mayor, pero no hubo decepción: arqueros, chamanes, animales, parejas ... mezclados en cientos de años de pinturas.

Hay dos ideas que no se me fueron en todo el camino de vuelta:

Una es cómo sería su lenguaje y si quedará algún resquicio en nuestras palabras más agrarias.

Y otra que, mientras aquí pintábamos, los egipcios construían pirámides. ¡En fín!

en las manos
olor de incienso,
refugio de Minateda

viernes, 15 de febrero de 2019



La mañana del domingo traía un viento alargado y frío. La sombra ocupaba el estirado paseo del Parque Lineal, el cielo enramado de nubes no dejaba pasar ni un rayo que calentara.

En estos días y a estas hora, todo el mundo salimos para correr o andar.  Aunque camino rápido  no consigo entrar en calor y me resguardo las manos, después de frotarlas, en las propias mangas del cortavientos.

La fuente levanta una largo chorro de agua, el aire lo empuja y forma una bruma brillante hacia la izquierda.

Dos mujeres, con cierto aire común, caminan fuera de lugar. Son las únicas que van lentas, con la mirada perdida en alguna tristeza. Encajarían bien en la sala de urgencias del hospital.

Al volver ya para casa, veo que sigue sentado un hombre - de mediana edad y abrigo - en el banco, quieto, como si el frío no fuera con él.

viento largo,
solo en el banco
mira la paloma