lunes, 30 de enero de 2012



Al madrugar los sábados de enero es posible ver el campo helado, los brotes de rocío, que se quedan dibujados como estrellas sobre la tierra parda, y los colores del amanecer tintineando en las nubes del horizonte.
 Es curioso,  al mirar a la gente que pasa a mi lado observo como todo el mundo va bien abrigado para ir a ningún sitio, trazando un círculo, más o menos perfecto, que desemboca en la leña eléctrica del hogar. Caminan deprisa y mirando el reloj, un reloj que marca el descanso y el tranco.
 Quiero deciros que voy a mi aire, y mi aire es lento, me adelanta abuelas con bastón y toca, mujeres con el carrito de la compra y ciclistas con las ruedas pinchadas; pero se necesita espacio para mirar las ramas más tristes de los árboles de invierno, las piedras descolocadas entre las flores amarillas y los hilos de hielo de las telarañas. Las horas se escapan mirando, un mirar por mirar, ¡ya te digo! desde el rosicler del horizonte hasta el brillo de un insecto.
En invierno, a pesar de todo lo que encuentro, sigo buscando zapatos de fiesta abandonados en la hierba pero, solo hallo el reposo de botellas de cerveza rotas en el puente de madera.

¡aunque pasen frío!
botellas de cerveza
manchan el puente.

martes, 24 de enero de 2012

miércoles, 18 de enero de 2012

Manhatan



A las cuatro de la mañana despega un vuelo Madrid-Nueva York, no viajo para allá desde hace tiempo, en esta ocasión presiento que solo será para reconocer a los desprestigiados que duermen bajo sus puentes y conquistar la última moda, recién lavada, en el mercadillo de Chinatown.
Tomo un taxi que me abandona en Elizabeth  Street 10, allí compro ,en el primer puesto que paro, unos pantalones rotos-anchos y camisetas que  parecen cosidas en un entresuelo después, inevitablemente, regreso a los puentes que cruzan el Hudson y busco un banco en blanco y negro para ver comodamente la vida pero de otra manera. Por allí pagan peaje hombres derrotados, bebiendo directamente de una botella censurada y arrastrando en carritos robados los recuerdos que otros reciclan; cuando llega la noche se tapan, se ocultan, con la ironía de las noticias bursátiles.
Pero el Sol, ajeno a mi estado de ánimo, realiza su puesta en escena, cambiando de vestuario a cada minuto, pasando del brillo de las lentejuelas a la templanza de una capa de estrellas, inundando la ciudad con efectos especiales de purpurina infantil  y música  de cláxones y taconeos perdidos; precioso, espectacular, ¡lástima que no sepa inglés!.


domingo, 15 de enero de 2012



La luna cambia, cada día, y a cada paso, y a cada hora y  se pone un vestido distinto, de vez en vez, y trasforma su figura - más o menos gibosa - y regula la intensidad de luz y el color, y el tamaño,y  la posición en el cielo
  Ayer anochecía alrededor de su luz prestada, sin nubes , y todo el mundo en la senda se dirigía hacia ella sin desvíos,  igual que quien va a una estación de ferrocarril,- unos tocan el billete en su bolsillo y otros esperan  -.
A pesar de que iba rápido no miraba las pocas piedras que saltean el camino, ni las flores desnudas de invierno, ni el césped recién regado, ni las zapatillas nuevas; solo a la luna, grande y con  aura de niebla y seda.
Y esta ahí cada noche, casi cada noche, y no me canso de mirarla igual que si fuera fuego de leña.

noche sin nubes,
ilumina el camino
 la luna llena.