martes, 9 de octubre de 2018




En el preciso momento que corro el estor anaranjado para ver  llover arrecia el golpeteo de las gotas sobre los adoquines. Se adelanta  el clima a la previsión -decía internet que un treinta por ciento a partir de las tres - son las once.
 Dos árboles de judea en su isleta, con sus hojas de corazones y vainas secas, contrastan sobre el gris piedra y el ruido del agua.

Al terminar el chaparrón queda un aroma íntimo de aloe vera preminum y silencio. El calor de la taza con té de Ceilán,  que podría templar una manos frías, reposa sobre la mesa.

Obligado espero las horas; el siguiente chispeo tiene anunciada su llegada a las cinco. Quedan once minutos.

Hay mañanas  que son solo tardes de otoño: tal vez influya la lluvia adelantada y el diazepam.

aguaviento,
en el árbol de judea
brillan las vainas




sábado, 6 de octubre de 2018

Seleccionado en el primer concurso de haibun de Albacete Ciudad de la Cuchillería






Aún recostada en el sillón orejero, y con los ojos medio cerrados, mi madre sueña con su tijereteo sentado.
Posterga el despertar; se regocija en el horizonte de la siesta en esos instantes fronterizos de ensueños y mundo; en unos segundos duda la realidad.
Intenta esbozar - de oído - la escena que la rodea. No se escucha casi nada. Solo el viento que empuja inútilmente a la ventana y a la tarde.
Se incorpora y deja el amodorramiento para asegurarse del paisaje.
Enseguida reanuda el frufrú metálico de las agujas y va urdiendo punto a punto, con maña del doble cero, el regalo. Le está haciendo un babero, en rosa chicle, a la nieta de su amiga Dori.
Los rayos de la tarde de abril se reflejan sobre el rosario corto - de un solo misterio - que cuelga del brazo apagado de la lámpara de pie y, en carambola lumínica, también brilla una copita de licor de la vitrina que compraron sus padres - ¡hace tanto! - con sacrificio y tiempo.
Los visillos blancos, esclarecidos con figuras de tulipanes biselados filtran, en vaivén, la centelleante puesta de sol.
A la derecha de la caja de la costura, el alzapaños dorado recoge unas cortinas, también blancas, con lágrimas anaranjadas y malvas que disimulan el espacio exento de la pared.
Con brusquedad suena el teléfono: los de Vodafone interrumpen la puesta de sol, pero es por poco tiempo, solo farfullo una falsa disculpa en seco, sin escuchar.
Y sigue la vida.
Otro corte de hilo, un cambio de madeja, ahora un rosa coral para darle un toque marino, dos puntos más, un relevo de agujas, un corte…


tarde de abril,
en la mesa camilla
hebras rosas.

miércoles, 3 de octubre de 2018



Huelo a gancha recién cortada cuando llego hoy a La Roda.

Circulo tras  tractores de sirena naranjas y calladas y lentas. Es pronto, la mañana aún anda desperezándose entre la luna y el relente húmedo; el cielo escampado.

Bajo un poco la ventanilla al pasar cerca de la cooperativa de vinos y disfruto: hoy  huele a verde tierno y a pámpanas y a recuerdos.

De guachos corríamos, al salir de clase,  detrás de los remolques y, encaramándonos o brincando,  vendimiábamos a nuestra manera. Hoy eso está tipificado en el código penal - y lo entiendo-.



aire de uva,
hilera de tractores
en la carretera.

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martes, 2 de octubre de 2018



Hay mendigos que deciden quedarse y otros aparecer.

El inglés es de los que ha decidido dejar el oficio de vagabundo: un señor estilo Walt Whitman de frente, aunque por detrás, con naturalidad, enseña el culo.

Ultimamente veo a otro que  lanza el penúltimo salto hacia atrás. No le he puesto nombre, va siempre muy despacio, con la cara curtida y todos los gestos arrastrados, sujeta con ambas manos una caja petitoria que recuerda a las del dominó. Suele rondar por calles céntricas de bulla y humo.

Ayer tarde me lo encontré por el albergue municipal, seguía a su ritmo y a su destino, con su caja de dominó por delante, estirando de él. Cerca no había nadie.

calor en otoño,
lentamente el mendigo
por el carril bici