jueves, 1 de diciembre de 2016



Me encontraba allí, en la azotea del edificio, sin vértigo,  agachado, observando y en espera, mientras una de las grandes lunas del año emergía entre los edificios rotos.

Me miraba las manos extendidas para confirmar mi tranquilidad, era el mismo sosiego que oía en los latidos del corazón, todo en calma lenta como si proyectaran una película sueca. Alguna vez me han dicho que mis sentimientos son como un témpano helado. ¡Tal vez!.

Vestido de una manera minimalista, un pantalón verde oscuro algo desgastado y una camisa arrodalada en azul noctívago, botas sin huellas y sin sonidos. Me arrastro por el suelo rojizo y polvoriento y asomo despacio los ojos entre la barandilla.

Hoy es un gran día para la ciudad, viene "el conquistador" a pasearse triunfante con sus tropas mercenarias, sin dejar nunca de sonreír y saludar,  parece más un actor americano que un militar con muertos tatuados en los dedos. Y no puedo soportarlo más, me hierve la sangre y nadie se mueve, hace falta alguna acción.

Encima de la Floristería Mercedes hay una esquina que está exenta de vecinos y de policía, y mi amigo Gabriel, que la regenta, me esconde el rifle entre las flores.

Es de segunda mano, me lo ha conseguido por internet, entrando en un mundo negro en el que él sabe moverse. Solo tuve que insinuárselo y me lo puso encima de la mesa, hasta con munición,  en dos semanas. No hice preguntas, me deseó suerte y puntería.

Se escucha el sonido militar de una banda, llega la hora soñada,  me oculto con una manta roja para que si vigilan desde algún helicóptero me confundan con el suelo.

Ya se acerca, con la mira telescópica se distinguen con claridad las medallas que tapan su corazón, se nota rigidez, debe llevar un chaleco antibalas, lo he pensado muchas veces, a la primera oportunidad dispararé a la garganta, sin titubeo, después otra bala a quien mire en mi dirección. Así hasta provocar un gran revuelo y miedo, un tumulto.

Después lanzaré algún casquillo a la terraza de enfrente para despistar la investigación, yo me quedaré escondido entre un falso muro que he reconstruido y que da una bajante  por la que puedo aliviarme.

Ya llega el momento, se acerca, respiro profundo y aguanto para conseguir ese instante en que el cuerpo no vacila.

- Desde luego algunas noches me despierto en lo más interesante, joder.


Me acurruco otra vez y vuelvo a hacer puntería con los ojos muy cerrados. Yo también me deseo suerte y tino.

jueves, 17 de noviembre de 2016

noviembre


Ayer conocí a Noviembre, si a Noviembre con la ene alta.
 Vino a la oficina a pedir algún cambio de domicilio y circunstancia, las manos pintaban trabajadas y malvas, Noviembre recoge rosa en alguna finca de por aquí, pero ayer descansó, la niebla, densa como la luna, no recomendaba la recolecta.
El apellido, me cuenta, que le viene de una monja poeta, de un abuelo expuesto a los embates del siglo y de la inclusa. Mi hija Carmen y su generación ya no conocen esa palabra, palabra  que proviene de una Virgen holandesa con nombre francés que veneraban en los orfanatos de Madrid, L´Écluse.
 En esos tiempos de mulas grises y centeno, a su abuelo abandonado, la sor le puso el apellido del mes en el que se desahijó, un apellido paganamente inmaculado.
Noviembre está orgullosa,  han buscado en internet y solo su familia se apellida así, se ríe y dice que durante todo el mes celebra su santo.

 Hoy, que amaneció con helor, sigue en la rosa.

martes, 15 de noviembre de 2016

José Hierro

Estoy leyendo un biografía de Vicente Aleixandre (La memoria de un hombre está en sus besos de Emilio Calderón) , intentando vivir un poco en Velintonia - su casa refugio - y ojeo unas fotos de sus recuerdos y compañeros, con Lorca, Cernuda, Dámaso Alonso, todos jóvenes y reconocibles, a otros les puse cara, Carlos Bousoño, José Luis Cano, y todos van con traje y corbata y posiblemente con poco dinero en el bolsillo.
En otra fotografía lo veo con un joven José Hierro, un poeta que aún no había encontrado su rostro definitivo, irreconocible para mi.  Y me hace preguntarme eso, ¿cuándo aparecen nuestros verdaderos ojos?, la cara última de la memoria.

lunes, 7 de noviembre de 2016



A las nubes de mediodía las miro con la tranquilidad que permite la carretera, pintaban muy blancas y llovederas, pero encuentro  extravagante que se mantengan ahí, arriba, como esperando y me parece adivinar el horizonte donde se desdibujan.

La ciudad va comprando  sabores de otoño, dulces rojos de supermercado,  gotas doradas de  lluvia, algún viento frío, hojas remisas en los bancos pero, aún  faltan notas..., el sonido del viento que nos esconde, el gris de la mañana, de  esas mañanas que nacen aterdeciendo, faltan calles inesperadamente tranquilas, rincones dormidos.

Esas nubes no llegan a mi calle,  aquí no encuentran donde pararse, pasarán de largo hasta que sientan el otoño intenso y zaino y se confundan con el humo de las castañas.

En los escaparates los turrones presagian  la rebajas, todo muy anticipado, como si al mundo se le fuera el tiempo, y mejor es poco a poco, los santos, la constitución, la Inmaculada y el final del otoño.


Este otoño pasará sin flores secas ni olvidos, tal vez el próximo.

jueves, 15 de septiembre de 2016

¿nostalgia?




Una de las cosas buenas  que posee la feria de Albacete es que limita la alegría a un recinto de cuerda y a sus estribaciones,  por eso no es nostálgica, al contrario que le sucede a la Navidad, que se cuela luminosa entre los escaparates, la familia y la misa del gallo.
 Aunque creo que la mayoría de las veces la nostalgia, a mi, me la provoca llegar tarde, ver a todos alegres, medio puestos, y yo aún con cara de haba intentando agarrar la alegría ajean a fuerza de mojitos, ¡ y eso no pude ser !. Y empeoras la situación si para apartarte de la bebida te subes en la noria, ¿quién tuvo esa ocurrencia? La vista en lo alto no es hermosa, porque es móvil, siseante, inquieta, me agarro fuerte a algo sólido aunque sea absurdo, mientras, me sudan las manos y la sangre desaparece de mi cuerpo, estoy pálido, solo con fuerzas suficientes para rezar a Santa Bárbara de Nicomedia, patrona de los feriantes, para que el trasto este pare pronto.

feria nocturna,
al bajar de la noria
siguen las vueltas.


miércoles, 29 de junio de 2016

Cosas del trabajo



Es lo que sucede al atender tantos años a la gente.Ayer llegaron una tras otra.

 Una muchacha, joven para mi edad, que iba pidiendo perdón en cada frase si estas eran demasiado largas, conoce la técnica para respirar mientras lo deja caer. Al entrar, "Buenos días perdone que le moleste", durante el breve rato que la atendí, "No quería molestarle", al despedirse "Perdone si le he molestado". El vestido y la cara que traía ayer esa muchacha son apocados e invisibles, de esas personas que te la saltarías en un recuento de dones. No sé, creo que me gustaría darle un abrazo en la despedida para que se sintiera más viva, pero la Administración me miraría extrañada, mejor me seguiré limitando a sonreír en la respuesta y el adiós.

El siguiente fue un señor rumano de pelo blanco que termina las frases en eso, en señor, "Me deberían haber ingresado la paga doble este mes, señor", "Es verdad, que tonto soy, señor", "Con esta pensión no llego a fin de mes, señor". En la mirada arrastra una nostalgia  de muro berlinesco, tal vez también algo de pena blanca y de injusticia, "He trabajado veintitrés años en Rumanía como ingeniero, señor, y apenas me van a dejar doscientos euros de pensión, señor". A pesar de su deje casi religioso, me produce desconfianza, como si pudiera cambiar en otras circunstancias de más frío rojo y el único señor fuera él. Posiblemente la sensación sea falsa, yo necesito de una medía de veinte años para conocer a las personas.

La tercera que atendía, fue una mujer de edad indignada  preguntando por un asunto de la Agencia Tributaria, molesta por el embargo y por la vida descansada de los demás. Son gente, gente que les da lo mismo las palabras, porque eres culpable, así en general, culpable. "Señora esto no es aquí, debe dirigirse a la Agencia Tributaria que es el órgano que le realiza la comunicación, ¿Ve?, lo pone aquí". Pero insisten porque se han estudiado el guión antes de entrar y deben recitar el poema completo, no se dejan amedrentar. "¿Este embargo por qué es?, yo nunca he debido nada a nadie". He aprendido que lo que debes de darle no solo son respuestas, también conversación para que  el tiempo de espera compense suficientemente con  la bronca fallida, y  la guarden hasta encontrarse, previa cita previa, con los malditos funcionarios de Hacienda que le han embargado.  Se va más enfadada que entró sin decir adiós, tal vez porque tampoco saludó al entrar.

Y hay más, espero que ellos no tengan un blog para hablar de mi.



domingo, 8 de mayo de 2016




solar en venta,
sobre la valla húmedos
tres calcetines.




(2º premio del décimo concurso de  haiku de la Biblioteca Universitaria de Albacete)

domingo, 1 de mayo de 2016






Ayer me contaba mi hijo los jaleos que conlleva ser el administrador de trabajos informáticos en la universidad, lo cansado que está y me acudieron recuerdos, ¡siempre recuerdos! Un curso en el instituto  le quedaron cinco asignaturas, entonces  le recomendé que se preparara unas y, que otras las aparcara para el año siguiente, así llevaría los conocimientos más asentados, pero también le recalqué que la decisión recaía en sus manos.

- Me lo pensaré - contestó
 - Vale hijo, ya me dirás.- Sinceramente esperaba un sí, que se acomodara al consejo prudente que le daba, pero Gabriel sorprende en muchas ocasiones, creo que es cuando saca su mundo íntimo a la vida de los demás.

Al cabo de una semana le pregunté:

- ¿Qué has decidido?.
- No sé, me lo estoy pensando.- La cara de no sé, sonaba sincera, parecía perdido.

Sabía como es, aún lo sé, le dejé más tiempo. No suele llevar prisa en las venas, salvo para andar, porque camina siempre como si le persiguiera el tiempo.
Transcurrió otra semana y repetí la pregunta.

- ¿Qué has pensado?, ¿a cuantas te vas a presentar?
- No sé, me lo estoy pensando.- Estuvo  escueto y mohíno.

Esta vez me lo tomé algo peor, pero veía que se encerraba en su habitación y con libros, respiré y le recordé que las hojas del calendario caen como las de los árboles en otoño. (¡vale, sé que no fueron esas mis palabras, pero hubieran estado bien!)

Pasó julio con la calma chicha del verano y, en agosto, repetí la repetición.

- Hijo, ¿a cuántas te vas a presentar? ¿te has decidido ya?
- Si. - me lo dijo mirándome a los ojos.

Sinceramente me sorprendió, casi esperaba llegar a septiembre con la duda.

- Me presentaré a todas.- Contestó serio.
- ¿Te lo has pensado bien ?
- Sí. Lo quiero intentar - Seguía serio y con cara responsable (a medias).
- Muy bien, es tu decisión. A estudiar.

Y llegaron los exámenes de septiembre y, en efecto,  aprobó todo. Me asombró y, no solo a mi.

Y de cuando en cuando, me sorprende, ayer fue la última vez. En esta ocasión no fue por lo que me dijo, si no  por la hora, a las dos y media de la noche, yo me encontraba a medias de un ronquido, pero a él le pareció buen momento para hablar.

Un besaco hijo, hasta la próxima sorpresa, sea la hora que sea. Te quiero mucho.





lunes, 11 de abril de 2016

Cumpleaños


Hacía tiempo que no cantábamos juntos y, aunque no sonreíste con la idea, te dejaste llevar por el ayer de mis manos y nos sentamos con la guitarra. La primera fue una de Mecano  "Mujer contra mujer" no salió mal, y después pediste una de Presuntos Implicados "Nadie como tú", la cantamos un par de veces con más emoción que acierto, pero nos divertimos y eso fue suficiente. Cuando te marchaste, aunque no dije nada,  me la quedé como nuestra. Ahora la susurro como si continuaras a mi lado, porque la puedo cantar cuando te echo de menos - tal vez ya -

Te vi bien, alegre, habladora, sonriendo como si tramaras una travesura.  Te sentí caminante y buscando trozos a la vida en los que se pueda ser feliz, te intuí aprendiz de esos dolores que quedan  y de alegrías para renacer . Mientras pasan las historias que la vida trae, te buscas ocupaciones tatuadas de tiempo, pasado o futuro, anillas  en tu dedo un pequeño corazón indeleble, adornas los olores y las miradas, pegando todo a tu piel, tal vez para no sentir frío, ese frío que en ocasiones no sabemos por dónde nos viene.



Ahora que llega tu cumpleaños rememoro aquella tarde, recuerdos que pasan y quedan en mi.



Solo puedo animarte, como escribió Goytisolo en "Palabra para Julia", a que sigas caminando,  buscando, todos estamos en el camino. Algún día sabrás que nadie hay como tú y entonces estarás llegando.



cumpleaños,
en la guitarra canto
nadie como tú.

                                                                                Feliz cumpleaños, hija, un besaco.





sábado, 9 de abril de 2016

Navaja





Siempre que salía de la academia - ¡ya han pasado años! - al torcer la esquina de Pablo Medina a San Antón me tropezaba con una puerta que presumía de despacho de exportación de azafrán (hebras y bulbos), también con una cafetería estrechamente verde y con una tienda de navajas y cuchillos, en esta, en su escaparate, se exponían abigarradamente gran variedad de artículos con diferentes formas, precio y filigrana.


El caso es que, de entre todas las afiladas posibilidades que se mostraban, una me llamó la atención inmediatamente, la navaja que me cautivó era más grande que la que ya llevaba, tal vez demasiado para echarla al bolsillo, la contemplé despacio, igual que un niño su merienda  y, después de remirarla me marché casi arrastrando los pies. ¡Ahí se quedó!


Pero la academia seguía y la cafetería de al lado también, así es que, pasaba por esa cuchillería al menos dos veces diarias, cuando iba y cuando volvía de clase y, alguna más, si entre tema y repaso descansábamos con un café.


Esas oposiciones no fueron mi futuro, tuve que volver a Gaspar y seguir torciendo la esquina y fijándome, porque cuando localizas algo así en un escaparate, siempre que pasas por él lo miras de forma irracional, aunque solo sea para saber si sigue ahí la tentación, ignorando las demás oportunidades.

En fin, por no marear con esquinas y recuerdos, os diré que un día sin motivo emocionante que me pinchara me animé y la compré. Tal vez solo me cansé de mirar.

 Era de asta de toro, navaja bandolera de muelles y, en efecto, demasiado grande para llevarla encima. Me la dieron sin afilar y nunca lo hice, solo me gustaba oír su golpes intimidantes al abrirla.

de siete muelles,
para oír el clac, clac
la abro despacio.