Hace años intenté adquirir la costumbre de leer en la cama, imagino que es la influencia de las películas americanas, los protagonistas parecen inteligentes y felices; a mí siempre me resultó incómodo. Opté por escuchar la radio nocturna, oía de todo menos programas deportivos. Ahora, acorde al siglo, he trocado la radio por los podcasts y he modernizado los auriculares.
Los guardo en una cajita albicolor acanalada de 4x5x2.5.
La foto es de mis hijos; mi hija vivía los veinte años, mi hijo los dieciocho recientes; los dos visten de negro, un negro brillante de fiesta - posiblemente de esa nochevieja - y sonríen. Gabriel inclina la cabeza y achina la mirada con la sonrisa, protege el corazón de los vaivenes de la vida cruzando los brazos; Carmen le pasa el brazo hasta el hombro derecho y reposa levemente la cabeza en un gesto que es, mitad arropar mitad arroparse. El fondo es irrelevante, se encuentran entre el dintel de una puerta de roble y una cortina floral.
El portarretrato es de madera - 19x15 - recubierto de una pátina dorada y gastada.
Jerezana, estilizada y elegante, blancas las cachas como nubes al chispear. Resaltan en ellas cuatro incrustaciones de hilo de latón: dos cerca de la palanquilla y otras dos rozando el rebajo plateado. Un par de remaches, menores que los de tipo ojo de perdiz, le crean la mirada. En el lomo de la hoja cabe el reflejo de la luna llena.
Como solo la llevo en tiempo de fríos y vientos, he optado por dejarla a mano para defenderme de las pesadillas veraniegas.
La hoja: espesor de 2 mm.; acero inoxidable; 10 cm. de largo y con la uña marcada.
en la mesita de noche:
auriculares, portarretratos
y mi navaja
Seleccionado para publicarse en el III Concurso Internacional de Haibun Albacete Ciudad de la Cuchillería.