jueves, 23 de mayo de 2019

Tenía la cabeza pequeña, debía ser gata. Iba despacio y rubia, caminando elegante y con un ligero botar que me llamó la atención; entra sin que el corazón se altere, el mío se aflige en el zaguán.



El sol de la tarde tumba las sombras: la de la tapia,  la de los árboles y las de los saludos. Tuerzo enseguida a la derecha y luego a la izquierda. A las flores enjarronadas  aún se les nota el color pero apuntan a mustias; mi hermana Concha no tardará en pintarlas y rociarlas de un nuevo  aroma.



Unas hormigas corren ordenadamente una tras otra, rápidas como si se terminara el verano; los pájaros  trinan en vaivén formando  el silencio.



La visita es corta, nunca he sido hombre de muchas palabras y ahora tampoco de rezos. Antes de salir me acerco a recordar a mi primo César.







sombra de ciprés,
las hormigas en hilera
por la lápida de mi padre