sábado, 30 de diciembre de 2017

marcescente



Leí esta palabra - marcescente - en un haibun precioso de Momiji, la busqué; me doy cuenta mejor del mundo cuando sé el nombre de la naturaleza. Y al rato  de leer salí a trotar - y despacio - pasé por un nogal que conserva las hojas marchitas - marcescentes - y al poco cruzo una acacia que conserva las vainas secas.

Otoño - el invierno llegaba en unos días - un pájaro aplastado, plano, sobre el asfalto guarda la silueta del vuelo.

Ha bajado la temperatura. Una caravana, frágil y blanca,  se encuentra plantada, varios años, al sur de una gran finca, vallada  y ladrada por varios perros.Situada lejos de la cancela no molesta. He visto en alguna otra ocasión a una chica joven  y sedente.

Voy cansado. A unos cientos de metros, hay que cruzar la carretera de Murcia y pasar la lonja municipal,  otra caravana con el mismo aspecto de provisionalidad y blancura, aparca bajo una gran antena de telefonía. En algún momento he visto un chico fregando platos.

Hoy no se ve a ninguno de los dos. Es otoño, casi navidad.

llovió ayer,
en los pinos piñoneros
hojas verdes.

miércoles, 29 de noviembre de 2017


Comenzó a llover ayer y ha seguido toda la noche; una lluvia constante, sin agonía a pesar de la necesidad y la espera.
Y esta mañana el alba remolonea, la luz se confunde con el atardecer.
Desde el coche se escuchaba: el sonido metódico del limpiaparabrisas; a las gotas, romper metálicas en la chapa y rápidas en la carretera.


oyendo la lluvia,
en lo alto de la torre
brilla una luz


Al llegar a La Roda he cruzado por el paseo de los tristes más despacio, siendo conscientes del vibrar del mundo y en como se cuela la naturaleza entre las ventanas y las calles asfaltadas.
Demoro la entrada al trabajo; paso cerca del parque, tentado a bajarme del coche y sumergirme en la mañana.
Hoy se aprecia el otoño con más claridad, los árboles terminan calvos como los hombres: primero pierden hojas parietales, quedándoles - sobre unas imaginarias orejas - algún amarilleo occipital.


Las ventanas agrisadas disimulan la mañana. Ya solo chispea.


por el paseo
con el paraguas cerrado,
ya amanece.





sábado, 18 de noviembre de 2017



Otros vientos marchitaron la hojas de las hayas que ahora pisamos y que forman un alfombra ocre, deshilada y otoñal.

Hemos partido desde la iglesia de Bausen; subiendo escaleras unas indicaciones nos dibujan distintas posibilidades para perdernos; la nuestra iba meditada por mi amigo Nino que ejerce de bastón y brújula.

Rozamos ligeramente una ortiga con olor a menta, nos araña enfadada y nos alejamos sin rencor.


Valle de Arán,
algunos acebos
en la montaña.


Subimos disfrutando de cada paso. Las casas aranesas, independientes de sí mismas y del cielo, nos siguen asombrando, ahora vistas con reposo.  Nuestros ojos llanos se entusiasman a cada paso, en cada golpe de paisaje.
Es una ruta de dificultad circular. Fotografiamos las sensaciones, sin demasiada esperanza de conseguirlo.

Van surgiendo en los recodos cuestas que se proyectan sin talón, el bordón nos ayuda como un tercer pie de madera y respiramos cerca de los líquenes que abrazan las ramas.  Miramos atrás desde alto y para delante en bajo. Erramos despacio y aventureros.

camino en la umbría,
por el tronco del haya
un rayo de luz.


Las hayas rebosan en todas sus posibilidades: algunas en brote, otras en madurez, o en racimo leñoso ; tumbadas, carcomidas, huecas, llenas...

Caminamos largo rato bajo sombras verdes y frescas mientras el sol se queda burbujeando en las copas.

En algún momento la senda se diluye entre una huerta de helechos y una lluvia de luz.



al terminar,
tres cervezas
y un vino.




viernes, 10 de noviembre de 2017

Castañas



Ya no compro castañas asadas. Volvía, andando y helado, de una comida  de un compañero que se jubila. Me asomé a la ventanilla de este tren estático y me parecieron caras: a 3, 5 y 7 euros  las bolsas. Ya te digo, el tiempo pasa también en euros. ¡Pero olían tan bien!  A música infantil y paseo de vuelta.
Me decidí por la de tres, el castañero la llenó desbordándola, sin contarlas, hablando sin mirarme de que había que mancharse las manos para vender. Estaban en su punto y no encontré ningún gusano al abrigo. Ya no cené.

 Esta mañana me doy cuenta de que aún quedan cuatro. Ya no huelen, ni calientan las manos, pero sigue sonando la música.

vuelta a casa,
las castañas asadas
para mí solo

lunes, 2 de octubre de 2017

Mendigos




Reparé en él por primera vez en la calle del Tinte, una letras escritas en inglés cartón y una barba blanca repleta -a modo de Walt Witman - le marcaban la ajenidad y lo pasajero; un bote petitorio y su mirada despistada completaban su hacienda.

Le calculo más de sesenta y cinco años, delgado como un buen mendigo, la cara y el pelo largo: limpios, blancos;  su camisa y pantalón va en días; hoy saturados de oficio.

La segunda vez que me fijé hablaba en alto para buscar desafíos - aunque nadie lo entiende - miraba deprisa entre las mesas, veraniegas y nocturnas,  de la calle Tejares.  Guardaba distancia de seguridad y seguía en su historia imaginada, subiendo y bajando.

Hoy, por tercera vez, lo he visto; ya no pienso que Albacete sea una parada de trance parece más un destino casual. Estaba sentado sobre una cama de piedra con sábanas de cartones. Cerca de él, aparcado en batería, un carrito de supermercado rebosante con sus cosas. Así quieto, no se nota si empieza o termina el día.

ropa manchada,
en la cabecera de cartón
tres libros.






sábado, 16 de septiembre de 2017

martes, 12 de septiembre de 2017





Aunque desde el paseo de la estación no veo la torre de El Salvador, la presiento y sé a dónde mirar cuando tañen las campanas.
 Son las diez de un lunes y doblan lentas, dolientes. He salido a tomar dos piezas de fruta y un café.
Camino a casa de mis padres; me cruzo en la acera con una paloma pagana que, inesperadamente, no se mueve cuando me voy acercando a ella, pero sí me mira.
Cuando regreso a mi trabajo la paloma  continúa en el mismo sitio; me aproximo descuidado,  ahora se esconde inquieta - como si fuese gato - debajo de un coche. Siguen las campanas.




la paloma
no levanta el vuelo,
tocan a difuntos

domingo, 3 de septiembre de 2017

Feria


Érase que se era en un feria cercana, una niña pequeña que cuando vio por  vez primera a una bruja dando escobazos en un tren se quedó petrificada; sujetaba con fuerza la mano de su tía preferida intentando entender lo que veía.
Al año siguiente sucedió algo similar: con un churro de chocolate a medio comer se detuvo de sopetón al volver a encontrarla. Necesitaba comprender: miraba,  escondida tras las piernas de la tía, los estacazos que a diestro y siniestra, lanzaban las brujas enmascaradas.
La tercera feria fue la suya: siete de septiembre, seis años recién cumplidos, vestido de fiesta, un bolso vacío colgado en bandolera y, peinada, con coletas para volar.
No se esperó, según pisó los redondeles, se lo dijo a su tía.
- ¿Te atreves a montar en el tren de las brujas? - Le espetó muy ufana.
- Claro, vamos.- Respondió sin convencimiento.
Las dos Cármenes caminaban calladas.
Al subirse en el tren, una bruja advirtió la tensión y - faltando a su deber maligno - se dirigió hacia mi hija demostrándole que la mini escoba era inofensiva.
Se la ofreció. Ella la agarró con su manita, tímidamente y - no sabemos aún cómo - le soltó de repente un tremendo escobazo a la bruja que le terció la máscara ridículamente en la cara.
La bruja se desternillaba, la tía miraba incrédula a la sobrina y mi hija sonreía - puesta en jarras - como una princesa valiente.
Y colorín colorado ...


jueves, 24 de agosto de 2017

Fíjate, del viaje por Asturias-que llegamos ayer- apenas anoté unas palabras en la libreta  y,¡son  tantas las emociones y los colores!.

Hoy, en un paseo mañanero por donde conozco las piedras y las hierbas, lo iba recordando: Ovetao, con su peregrina simulada y los dioses prerrománicos exentos de padrenuestro; en Villaviciosa, que une la sidra y ría en la espuma rompedera; Arriondas, descendiendo en el Sella a golpes; Cudillero, con casas de colores que hablan, con una ruta tapada desde la playa de Aguilar al acantilado; y más y mus.

Repaso las fotos recientes, que siendo escasas, son suficientes para volver. Y, ahora,  me entretengo  en nuestras caras que se entreuntan en la luz verde del paisaje.



Asturias,
los castaños sombrean
la caminata.




domingo, 30 de julio de 2017


Para mirar el mar he despertado a todos;  en el apartamento duermen - Oti y Juan - junto a la terraza que surge el oriente y en la que está tendido mi bañador.
El sol brilla intenso y deslumbrante sobre los rayos del mar,  dándole sentido al amanecer ; el oleaje temprano es un vaivén que acuna con susurros.
Aún no se han montado los chiringuitos asolanados y suena otra música; otra espuma de plástico rompe en la playa; otro baile. Las olas tatúan - a cada golpe - los instantes en la arena mientras, los más veteranos pasean inclinados.

Cuando el camarero trae el segundo cortado dudo sobre si ir a nadar o seguir en la terraza mirando; sé que los pensamientos mojados no los pasaré a la libreta, se quedarán entre la salina.

Un velero biplaza atraviesa la reverberación del sol.


día de playa,
en el bar que desayuno
sin nadie anoche



domingo, 23 de julio de 2017



He vuelto a correr - tras varios años esperando - cada semana sumo distancia y tiempo; la ropa de deporte que reposaba limpia en el fondo ahora trajina del perchero a la lavadora.

Hace unos días, mientras goteaba la carrera con unos pantalones y camiseta negras que me regaló mi hija, pensaba: en unos reyes un cigarro electrónico - con sabores y solicitud filial - me hizo abandonar el gasto en hebra de cigarrillos; una pluma - otro obsequio de pascuas de mi hijo - me ha conducido, de alguna manera,  a publicar un  libro y, con la ropa de deporte, mira.

Ayer se lo contaba - en la distancia - a Carmen mientras apuraba su café madrileño, y le requería mucho cuidado  en el próximo legado: ¡ podría marcar mi destino!

Se reía sin dejar de buscar pisos y, rápidamente, me lo anunció.

sigue el calor,
para mi cumpleaños
lotería de navidad.





viernes, 7 de julio de 2017

Son las cuatro y media, repito desvelo esta semana. Pongo atención al entrar al salón porque el martes volvió el vecino infiltrado de los bajos fondos y estuvo de canciones, por lo menos, hasta las siete de la mañana.

Eso sí,  con cantes más variados: al Alba; alguna de Kiko Veneno; otras de Paco Ibáñez; de los Beatles ... no me molestó la deshora, ni siquiera en los arranques del  zapateo descompasado que me hacían mirar al techo y pensar en la opción de entrar en la fiesta.

Agudizo el oído, hoy no se escucha la guitarra. Atempero el café sobrante de ayer y me voy al salón. La lectura que tengo preparada me ilusiona: terminar "La estrella sin puntas" -  un libro de teatro infantil - de Antoka y otro de poesía de Carlos Blanc; dos misceláneos haijines.

Del primer libro solo me quedaba unas hojas y le he doy fin en poco. Me he divertido leyéndolo, imaginando estrellas mutiladas; ángeles discutidores; niños disfrazados de cascanueces  y un director de escena perdiendo los nervios.

El segundo es compartido, no lo sabía, andan también aquí metidos Ángel Aguilar y Frutos; entre otros no haijines. Pero esta mañana el alfabeto empieza por B.

Una fotografía inclinada, pensando el mundo, dibuja el primer poema. Luego viene otro de mayúsculas con un perro noctívago de buena familia; una nevada escondiendo huellas amantes; (una poesía entre paréntesis que me leo contenido ); un rayo de sol inesperado y todo, todo suena a verdad. Una verdad con detalles.

Ojeo a los otros confiteros y vuelvo a Carlos desde la fotografía que habla; releo.

Mientras apuro el café, ya frío, contemplo los dos libros juntos - tan distintos - y me siento dichoso de poder beber con ellos.

Gracia Antoka, gracias Carlos.

Epifanía,
a Belén va una estrella
sin puntas




domingo, 25 de junio de 2017

versiones



viento cereal,
no sabe la mariposa
de malas cosechas

                                       viento cereal,
                                       la mariposa solo necesita
                                       una espiga




fotografía de Antonio Muñoz

jueves, 22 de junio de 2017



Oigo el amanecer.
Leo a Muñoz Molina, habla sobre noches largas en las calles del Albaicín en la que un gitano atezado, con tipo de arponero, le dice: "No sé si eres un infiltrado del Ayuntamiento en los bajos fondos o un infiltrado de los bajos fondos en el Ayuntamiento". Este capítulo viene con notas de jazz y flamenco.

He abierto la puerta de la terraza para refrescar la lectura, el balcón se asoma a una plaza sin nombre de plaza; la forman un cruce de calles peatonales y una isla de césped con dos lilos. En ese rato escucho, entre el piar del alba, el sonido rascado de una guitarra y un cante arrastrado que la acompaña. No sé muy bien de dónde viene; si del piso de arriba o de la calle. Presto atención para ganar un mejor juicio sobre la música: suena cansada, más a noche,  con una armonía acorde a estas horas que terminan.

Tal vez sea algún vecino infiltrado.

se acerca San Juan,
frescor del amanecer
y flamenco.

domingo, 18 de junio de 2017



Hay que dejar la pereza dormida, levantarse y andar aunque sea domingo si no, cuando llegue septiembre y el Camino Primitivo se coloque bajo los pies, las etapas empinadas traerán un sufrimiento extra por molicie.

Al pasar por la higuera cortada, observo en la casa de enfrente como la uva cuelga, agraz y emparrada, esperando septiembre. Antes pude tocar: el almendro sin flores, en arzollas; el trigo dorado y terminado.

Sigo en dirección a la base aérea y a la vuelta veo una muchachilla - he pensado en mi hija- sentada a un lado del camino  - parecía que meditaba -  con una bicicleta tirada a su lado. La posición asimétrica descolocada de las dos, chica y bici: no del todo en la orilla, tampoco centrada, mirando al suroeste, no del todo en ángulo recto; hacia pensar en una caída pausada o un abandono desconsolado. Al pasar a su lado le he preguntado que si se encontraba bien, la respuesta de una sonrisa afirmativa y amplia, sin explicaciones, es suficiente para no entrometerme en su apostasía.

He vuelto la cabeza en un par de ocasiones y seguía ahí, como esperando terminar de oír la última oración.

Se que es tonto, pero pienso que el interés por el extraño puede cambiar el día y la esperanza. Aunque no es por eso.

Sigo. Al pasar cerca de la Lonja un gatito sale corriendo y me cruza, luego vuelve otra vez  rápido en sentido contrario. Lo escucho maullar. Está delante de una puerta intentando entrar. Se sube por la pared pero se escurre. Sigue miando. Pienso en ayudarle a pasar, entrarlo en mi sombrero y subirlo. Pero me asusta la idea porque me suena oír ladrar aquí un perro, solo imaginar la situación me decide a la pasividad. Ando y dudo, escucho el chirriar de una puerta y el consolado silencio gatuno.

Cruzo la carretera.

En la finca  de "La fuente del berrocal" plantaron - habrán pasado cinco años - unos árboles a la orilla del camino con nombre de personas. Anillados a sus troncos tiernos colocaron unas cintas con nombres y apellidos; busqué varios y vi que todos correspondían a asesinados por  ETA. Un homenaje ecologista y callado.
Ahora los árboles van estirando sus ramas  y olvidando.

Mientras regreso y repaso, encuentro alguna similitud entre la chica y el gatito.

caluroso junio,
ha perdido la cinta
el arce rojo






sábado, 10 de junio de 2017


Tengo fama de serio, la merezco.  Me he acostumbrado a este aspecto adusto, aunque le saco poco partido, apenas para mantener la distancia cuando conviene y cuando no.
Me dan envidia los que hablan sonriendo, parece que la vida va fácil y bien. La gente los quieren más y sin forzarse mucho, porque  harán venir la lluvia, si hay secano, y el sol si refresca.  A mi me pasa.
Pero yo voy así andando, más serio que un ajo. Mis amigos se han acostumbrado y saben que no me encuentro enfadado ni triste, ni les amargaré la tarde.
Voy así por mi vida, en cada día, mientras camino y hablo y miro y sueño.
Dice una canción de Luis Pastor, la de Aguas Abril: ... aguas abril, lluvia de mayo /aunque sonría no soy feliz.

Y sabes, yo, aunque no sonría, soy feliz.






viernes, 19 de mayo de 2017



El teléfono pronostica para hoy borrascas y aunque el cielo sigue raso, busco la nubes; el teléfono siempre acierta.
Cuando voy a desayunar, a eso de las diez, en la esquina de San Juan de  Dios con el Paseo de la Estación, me llama la atención  una señora de unos sesenta y alguno más años. Iba arreglada con tonos suaves, elegante,  colores a beis y con zapatos rojos.
Los zapatos pisaban y destacaban del conjunto, porque eran rojo matador, diseñados  para que se suban encima  como en una carroza, o para bailar capoteando.  Me los imagino expuestos en el escaparate, guiñando un ojo, tras unas cortinas, como en el barrio rojo.

Al dejar de pensar en los zapatos - la señora ya habría pasado la esquina - he notado que iba dejando un aroma intenso, fácil de seguir.

tiempo de borrasca,
al pasar  los zapatos rojos
queda el perfume.

sábado, 6 de mayo de 2017






Ayer celebramos el hanami - gente de la AGHA - yendo al Jardín Botánico a pasear y ver; a plantar un sakura; a recitar clásicos haikus, colgando luego algunos improvisados en sus ramas; a reír y disfrutar.
Hubo quien, siguiendo el hanami y enlazando amigos, pudo ver la luna llena.

tarde nublada,
en el jardín japonés
pisadas nuevas.

lunes, 1 de mayo de 2017


En el paseo de ayer descubrí, gracias a una aplicación del móvil,  una nueva flor, trébol amargo. Los encontré junto a los tallos de diente de león. No necesito alejarme de mi casa, la naturaleza ajardinada se revela y brotan plantas descatalogadas en la ciudad.




sopla el viento, 
del diente de león
queda el tallo.

Luego paseé un trecho por el Camino Levantino, me crucé con dos peregrinos, ella venía con acento extranjero, él con cara cansada y mapa plastificado al cuello. Al poco de saludarlos, me pareció  que venía algún vehículo a lo lejos y me orillé, se oía un ruido fuerte, pero no veía nada. Anduve un poco más y otra vez el mismo sonido. Hasta que superé a los pinos carcomidos no supe de donde procedía.

viento del sur,
entre pinos quemados
ulula fuerte.



domingo, 23 de abril de 2017



cenotafio,
atadas a la señal
flores nuevas.



 Segundo premio de la biblioteca universitaria de Albacete.

sábado, 15 de abril de 2017



florecen los lilos,
en mitad de la calle,
muerta, una rata.
La descubrí hace tiempo, en el mismo recinto de agua municipales también hubo un manzano. Había nacido salvaje en la valla divisora, sacaba la mayoría de las ramas al camino, y allí junto a los pájaros, yo también picoteaba sus frutos.

Ayer aprovechando la mañana soleada y el día festivo me acerqué hasta allí, me puse la higuera como límite, llegar hasta ella y dar la vuelta para casa.




Viernes Santo,
la higuera del camino
la han talado.


miércoles, 22 de marzo de 2017



Vino serena a la oficina, con piel aceituna y ojos de sombra, con señorío y presencia, aunque tropieza y trabuca algunas palabras. Frisará en los sesenta años, con pelo gitano, tacón y chal vainilla. Acudió pidiendo paga porque  la necesita, pero solo reivindica lo que es suyo de derecho y tiempo, más de veinticinco años han transcurrido.

Su marido, óbito en el cruce de Quintanar, le quitó parte de su vida y enterró con él los papeles de su muerte . Debe ser así, porque nadie los encuentra, ni Registro civil, ni forense, ni Guardia armada. La lápida  obra fechada, sellada y con responso. En el cementerio municipal tenemos un difunto irregular sin certificar y sin manera.

En la segunda visita, ante los tropiezos de papeles, le gestioné una posibilidad en el Ayuntamiento y la comandé en espera de sellos y timbres nuevos que legitimaran los lamentos de todos estos años.
 De eso hará ya tres semanas y no, María no llega.

El último día que la vi, rompía en lágrimas tapadas porque no aguantaban sus fuerzas.