miércoles, 22 de marzo de 2017
Vino serena a la oficina, con piel aceituna y ojos de sombra, con señorío y presencia, aunque tropieza y trabuca algunas palabras. Frisará en los sesenta años, con pelo gitano, tacón y chal vainilla. Acudió pidiendo paga porque la necesita, pero solo reivindica lo que es suyo de derecho y tiempo, más de veinticinco años han transcurrido.
Su marido, óbito en el cruce de Quintanar, le quitó parte de su vida y enterró con él los papeles de su muerte . Debe ser así, porque nadie los encuentra, ni Registro civil, ni forense, ni Guardia armada. La lápida obra fechada, sellada y con responso. En el cementerio municipal tenemos un difunto irregular sin certificar y sin manera.
En la segunda visita, ante los tropiezos de papeles, le gestioné una posibilidad en el Ayuntamiento y la comandé en espera de sellos y timbres nuevos que legitimaran los lamentos de todos estos años.
De eso hará ya tres semanas y no, María no llega.
El último día que la vi, rompía en lágrimas tapadas porque no aguantaban sus fuerzas.
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