Hacía tiempo que no paseaba sin ánimo de medir tiempo o distancia. He ido a caminar por el Parque Lineal, solo un rato, a estirar piernas, a cicatrizar heridas umbilicales y a respirar.
Me he parado con los primeros árboles; en ocasiones los siento más seres, más presentes, por eso digo con, igual que me he detenido con Gerardo en la tahona para hablar de isquios y jubilaciones.
Gerardo es un muchacho que conocí preparando oposiciones y que ya se ha jubilado y al que siempre veo con sonrisa y cara de San José informático. Sé muy poco de su vida, aparte de que vive en la calle Gaona y que me hubiera gustado ser más amigo.
Pues digo, que el primer árbol ha sido una catalpa, el segundo un álamo, después un algarrobo loco o árbol del amor y por último un cedro. Me he detenido con cada uno de ellos un momento, mirando las hojas, las vainas y los troncos.
Después, un paseo disfrutando de las sombras frescas y lentas de la mañana y, de pronto, me cae de un árbol una miga de pan, He mirado alrededor, en ese momento ningún circunvecino. Ni peatón, semoviente o ciclista, se encontraban cerca.
He seguido unos paso más pensando y mirando caras de la gente que me cruzaba, tratando de adivinar quejas propias o alegrías de nietos.
Después a por panecillos integrales, saludar a san Gerardo y vuelta.
cae del álamo
una miga de pan,
pian los gorriones