lunes, 22 de octubre de 2012
Pablito el de las varas.
Otro día del Camino, hoy con lluvia, la sexta etapa va de Estella a Los Arcos, alrededor de veintidós kilómetro, enseguida se pasa por Ázqueta, apenas a siete kilómetros, se llega demasiado pronto para almorzar, se toma una pequeña subida hasta llegar a la plaza, el cuerpo va caliente a pesar del agua, sin cansancio, con ritmo y mientras se va alcanzando la plaza y la iglesia, acodado en una barandilla nos encontramos - unos coreanos, una china y yo - a un señor de más de setenta año, barba de predicador y ojos jóvenes y azules. Nos pregunta con tranquilidad,
-¿Queréis sellar?.
Para quien sea lego en estos órdenes le diré que, los peregrinos del Camino de Santiago viajamos con un cuadernillo al que se le van estampando diversos sellos por dónde pasas - iglesias y tabernas - solo con ese documento te aceptan en algunos albergues, es el único dni que te exigen.
Retomo.
- ¿Queréis sellar? . Mi casa está aquí al lado, es solo un momento.
Lo miro buscando el truco, ¿nos querrá vender algo?, ¿nos hará rezar?, ¿...?. Mientras él hablaba sosegado recordé algo que había leído de este recorrido y acerté a preguntar.
-¿Pero usted quién es?.- Se calló, me miró en silencio y sonrió.
- Yo..., un personaje del Camino.
- Pues entonces ya sé su nombre, le dije con alegría y orgullo. - Mentí, y además con facilidad, solo sabía más o menos su nombre, dudaba entre si Paquito o Pablito.
- Dile a estos (señalando a los asiáticos), si quieren sellar.
Me lo decía a mi que mi única manera de hablar idiomas es elevar la voz y gesticular . Pero así lo hice, les señalé con la mano para que me siguieran y enseñándoles la credencial les indiqué el sello. Y para mi sorpresa me comprendieron.
Una vez en su casa nos contó - aunque solo entendí yo - que llevaba regaladas más de veinte mil varas de avellanos, que este año se encontraba regular y que aún no había ido a por ellas.
Mientras narraba sus historias pensé en todas las sorpresas alegres que habría obsequiado a los caminantes y opté por darle mi navaja. ¡Qué mejor recuerdo viniendo de Albacete!. Lo aceptó sin dudarlo, me dio las gracias y me enseño una estela que se encuentra en su jardín, a la sombra de un árbol con nariz de elefante. La estela por un lado enseña la cruz de Santiago y por la otra la de Malta.
En el libro de visitas puse "una alegría más del Camino", los coreanos también dejaron una sonrisa. Después me contó que la gente lleva mucha prisa y que solo se ocupan en llegar y no en mirar ni en hablar con la gente ¡ah! también me dijo que los vascos y catalanes no se dan cuenta que quién es es y quien no, nunca lo será.
Me alegro haberme cruzado con este personaje.
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Bellísimo, simpático y entrañable relato, reí y me emocioné leyéndolo
ResponderEliminarMuchas gracias José Ángel, eres un sol compartiendo estas maravillas
Un abrazo
Gracias a ti, Xaro La.
ResponderEliminarUn beso
Tengo la suerte de haber escuchado este relato en persona.. bonita experiencia, es de las que seguro no olvidarás jamas.
ResponderEliminarUn abrazo
Nino
Confío en que nuestras experiencias las sigamos compartiendo durante mucho tiempo.
EliminarUn abrazo.