Nos encaprichamos en empaquetar (debería decir entazar) nuestro cariño la noche de Reyes y demostrarle de esa manera la querencia y, acordamos regalarle cada uno un presente para igualar montones. Estas fueron las sorpresas: tazas para el té y más tazas, cucharillas y más cucharillas para el té, bandeja para el té, jarra para el té, un jersey y por fin, el té. Buena intención si había, pero nos faltó logística y comunicación.
En mi familia son generosos, desprendidos, dispuestos; ayer le tocó a mi hermana Carmen recibir nuestros besos envueltos en papel del Corte Inglés, pero para ser justos otro día deberán ser para Jesús, otro a Maribel, otro a mis padres, otro a María... y así uno, dos, tres, cuatro...
p.d. Pero si fueran buenos de verdad, a mediodía, me dejarían una pata de cochinillo.
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