Mariví, compañera y amiga.
Y lo digo en ese orden, porque casi todos los aquí presentes hemos pasado primero a compartir el trámite de los expedientes y, más tarde, a convivir con unas cervezas en la mano, con un vino en tu caso y en esos momentos se inicia la amistad.
Puede parecer un modo algo alcohólico de entender la amistad, y en efecto lo es, ¡Qué le vamos a hacer!
Respecto al término compañera te tengo que decir, por si en todos estos años que llevas ahí no te has dado cuenta que el nombre de la prestación que gestionas es muy feo, el más feo del INSS, sin duda, todo le decimos Viudedad, pero no es así: su nombre de pila es Muerte; el apellido también suena algo agónico, "supervivencia" como una vida con obstáculos o un accidente de avión; incluso la clave de la prestación es de mal fario: 113, tenía que terminar en 13, una lástima... menos mal que gente como tú y tus compañeros le pone otra cara a la sección y hasta se nos olvida el nombre.
Algo más serio, y por destacar solo a un detalle te diré que echaré de menos cuando me llamas don José.
Y es que cuando me has pedido algún documento que - muy raramente - se me haya podido olvidar, por ejemplo en un favor de familiares (también el nombre se las trae) y me decías:
Oye don José, a ver si puedes pedir un certificado literal de nacimiento, que los de intervención si no van a poner un reparo, etc, en fin -todos sabemos como son los de intervención - y me lo pides como un favor a lo que es un leve olvido mío.😇
Esos detalles se agradecen.
En fin, echaré de menos que alguien, aunque sea con cariñosa guasa, me llamé don José.
Y como amiga hemos tenido otras vivencias, más que como compañera
Me hace ilusión compartir y recordar un haibun de un día de abril, que lo cuento a todos para presumir.
Estábamos: Mariví, Llanos, Nino, gente de Sevilla y yo.
Ya os digo, era en abril, por ferias de 2024, en la caseta de Costillares, 16.
Mariví vestida de flamenca azul, la flor en to lo alto y el pañuelo rojo con largos flecos hasta las caderas.
Naturalmente, sonaban sevillanas y, un familiar de un amigo, la invitó a salir.
Se plantó en la puerta del chiquero esperando la primera nota para levantar los brazos, girar y danzar las manos, alzando la mirada gitana y templando la postura.
Lo baila lento, quiero decir sosegado; fácil, humilde como es ella. Para bailar bien hay que ir al compás de la música y ese día, era la música la que se ajustaba al son de sus tacones.
Lo bailó por morantinas; capoteando en la primera, con clasicismo y pureza; plasticidad, hondura y gracia. Sorprendiendo.
En la segunda reinó la emoción con el sentimiento retenido. Y me pareció verla brindar al público y lanzar una montera invisible, los volantes flamencos eran como olas del Guadalquivir.
En la tercera, el lance fue con fragilidad, estética y desmayo; ligerita. El mantón trenzado en su sitio, ajustado.
Enjaezó la cuarta con despedida: brillaba - en la caseta de Costillares, 16 - el traje de hilo de oro con fondo turquesa, aunque después de las doce se convirtiera en un traje de mercadillo y sonrisas.
Al final: ovación y enhorabuenas; un brindis con manzanilla y jamón.
Algo así sucedió y Llanos, Nino, gente de Sevilla y yo lo vimos.
feria de abril,
en la arena del albero
toreo y baile