Oporto es una ciudad dibujada con encanto y con calles empinadas.
Subir entre dos resulta más sencillo y agradable, aunque no sea necesario.
Oporto es una ciudad dibujada con encanto y con calles empinadas.
Subir entre dos resulta más sencillo y agradable, aunque no sea necesario.El concierto de un artista repleto de sensibilidad, estilo, acordes y tatuajes.
En cada canción deja una frase misteriosa que la resume o la genera:"todo tiene luz de probador"; "histérico de felicidad"; "todo el mundo cree en Dios cuando se menea el avión"; "odio al tipo del espejo unos siete días a la semana"... y muchas más.
Fue este pasado viernes, día 5 de septiembre, en Albacete; a falta de tres meses para mi jubilación.
La voz entre chulesca y humilde, supone una contraposición que, tal vez, forme parte de su vida.
El sombrero ancla su cuerpo de quijote y lo sujeta a la tierra.
Y cantó todo el concierto, dos horas; lo poquito que habló fue para pedir perdón a los vecinos por el jaleo musical y a los asistentes, reconociéndoles y agradeciendo el esfuerzo de lo que valen las entradas. No necesita eslóganes de feria y momento.
Me emocionó. Bailamos. Salimos del concierto más ligeros de espíritu y con una alegría que compartimos con nuestros amigos y con un whisky.
Un predicador que no predica, pero contagia, como si fuera bueno, como si tuviera un gran corazón.
Gracias.
día de concierto,
la figura de Leiva
llena el escenario
Cuando me voy acercando a la fuente circular observo a la izquierda, entre el frescor de las gotas salpicadas y la sombra de un olmo, una paloma muerta.
A medida que me aproximo parece que aún se mueve, mantiene una posición difícil, con el cuello muy doblado y el cuerpo girado. ¡Estará a punto de morir!
Al ponerme a su lado y observarla más detenidamente: los ojos continúan abiertos y cientos de hormigas se pasean ya - sin respeto - entre las plumas, saqueando plumones y vuelos.
Parque Lineal,
el estertor de la paloma
entre las hormigas
Salimos de Alicante, un aeropuerto elegante y manejable para gentes de provincia y de pueblo. Ryanaire nos colocó a cada uno de los cuatro en una punta como castigo de no pagar el suplemento de "dame un poco más".
Fue el sábado treinta y uno de mayo, después de la despedida de Mariví. Despegamos alrededor de la una y volamos a favor de las olas.
Al llegar nos condujeron a toda velocidad en un taxi - concertado con cita previa- hasta la calle Ceuta. Ceuta hubo un tiempo que fue portuguesa y no lo olvidan.
Al ir a la casa Airbnb el primer problema surgió con un candado con contraseña que bloqueó la entrada hasta que vino la encargada del piso y estiró con fuerza. Ni nosotros tres, ni el ingeniero que nos acompaña supimos abrirlo.
Antes habiamos comido discretamente en Bira dos Namorados, pero a nosotros nos parecía un restaurante decorado para niños que querían pintar mientras tomaban un cola-cao.
Recuerdo bien el inicio. El resto de los días se diluyen y se mezclan; no es importante qué fue primero una vez que estás en el sitio correcto y con gente buena.
El río Douro - suena a dorado - y el puente de Don Luis I dominan la ciudad; el puerto; las orillas; el valle; el turismo y la alegría.
El continuo bajar y subir al que obliga la ciudad proporciona vistas panorámicas en cada calle: desde aquí se ve la catedral, desde allí el ayuntamiento, el río desde un poco más allá, las bodegas quedan más lejanas.
Una concentración motera nos distrajo hasta el momento de visitar las bodegas Ferreira.
Allí aprendimos virtudes y características del vino de oporto, de las bodegas y de la forma sospechosa en la que hizo fortuna la Ferreirinha.
También nos hablaron de la palabra "saudade" y de como todos nos creemos únicos en el mundo.
En la cata final hubo risas, parecía temprano para beber pero no.
Al atardecer terminamos de endulzar la velada surcando el Duero, bajo siete puentes.
Y visitamos la catedral; la estación de ferrocarril, iglesias y monasterios con mosaicos y altares dorados; el mercado, la casa de la moneda, la cárcel; hicimos una visita guiada, por las noches algo de whiski.
Parafraseando a Sabina "no caben tantos recuerdos en un haibun".
El vuelo de regreso siguió con el castigo de separarnos por hablar; viento y olas racheadas en la vuelta.
cáscaras de patatas
para cenar,
y montones de risas
A Oti y Juan, con cariño.
Están a más de dos horas y ochenta curvas de casa la sierra de Tus y el río - con el mismo nombre y apellidos - que recorre con aguas vivas y limpias el paraje.
En los caminos - que arañan y suben - nos han enseñado lo que es un "arrojo": el surco que dejaron los pinos cuando los arrojaban por la ladera hasta llegar al río.
Nos hemos fijado en los madroños, en los cardos florecidos, rozamos los helechos con ternura; hemos sentido el calor de las cigarras cuando llenan con su chirrido la naturaleza frondosa; nos hemos perdido y nos hemos encontrado sin brújula.
nueva ruta,
en la flor del cardo
liba la mariposa
Hemos recorrido el camino de agua hasta el molino de Jaraíz.
En las noches las risas, jugando y contando del 1 al 100, rompían en silencio como el canto de las chicharras.
las hojas
y la hamaca vacía
al compás del viento
l
Mariví, compañera y amiga.
Y lo digo en ese orden, porque casi todos los aquí presentes hemos pasado primero a compartir el trámite de los expedientes y, más tarde, a convivir con unas cervezas en la mano, con un vino en tu caso y en esos momentos se inicia la amistad.
Puede parecer un modo algo alcohólico de entender la amistad, y en efecto lo es, ¡Qué le vamos a hacer!
Respecto al término compañera te tengo que decir, por si en todos estos años que llevas ahí no te has dado cuenta que el nombre de la prestación que gestionas es muy feo, el más feo del INSS, sin duda, todo le decimos Viudedad, pero no es así: su nombre de pila es Muerte; el apellido también suena algo agónico, "supervivencia" como una vida con obstáculos o un accidente de avión; incluso la clave de la prestación es de mal fario: 113, tenía que terminar en 13, una lástima... menos mal que gente como tú y tus compañeros le pone otra cara a la sección y hasta se nos olvida el nombre.
Algo más serio, y por destacar solo a un detalle te diré que echaré de menos cuando me llamas don José.
Y es que cuando me has pedido algún documento que - muy raramente - se me haya podido olvidar, por ejemplo en un favor de familiares (también el nombre se las trae) y me decías:
Oye don José, a ver si puedes pedir un certificado literal de nacimiento, que los de intervención si no van a poner un reparo, etc, en fin -todos sabemos como son los de intervención - y me lo pides como un favor a lo que es un leve olvido mío.😇
Esos detalles se agradecen.
En fin, echaré de menos que alguien, aunque sea con cariñosa guasa, me llamé don José.
Y como amiga hemos tenido otras vivencias, más que como compañera
Me hace ilusión compartir y recordar un haibun de un día de abril, que lo cuento a todos para presumir.
Estábamos: Mariví, Llanos, Nino, gente de Sevilla y yo.
Ya os digo, era en abril, por ferias de 2024, en la caseta de Costillares, 16.
Mariví vestida de flamenca azul, la flor en to lo alto y el pañuelo rojo con largos flecos hasta las caderas.
Naturalmente, sonaban sevillanas y, un familiar de un amigo, la invitó a salir.
Se plantó en la puerta del chiquero esperando la primera nota para levantar los brazos, girar y danzar las manos, alzando la mirada gitana y templando la postura.
Lo baila lento, quiero decir sosegado; fácil, humilde como es ella. Para bailar bien hay que ir al compás de la música y ese día, era la música la que se ajustaba al son de sus tacones.
Lo bailó por morantinas; capoteando en la primera, con clasicismo y pureza; plasticidad, hondura y gracia. Sorprendiendo.
En la segunda reinó la emoción con el sentimiento retenido. Y me pareció verla brindar al público y lanzar una montera invisible, los volantes flamencos eran como olas del Guadalquivir.
En la tercera, el lance fue con fragilidad, estética y desmayo; ligerita. El mantón trenzado en su sitio, ajustado.
Enjaezó la cuarta con despedida: brillaba - en la caseta de Costillares, 16 - el traje de hilo de oro con fondo turquesa, aunque después de las doce se convirtiera en un traje de mercadillo y sonrisas.
Al final: ovación y enhorabuenas; un brindis con manzanilla y jamón.
Algo así sucedió y Llanos, Nino, gente de Sevilla y yo lo vimos.
feria de abril,
en la arena del albero
toreo y baile