martes, 25 de noviembre de 2025

Lentitud

 ¡Qué semana tan lenta! Apenas es martes y casi las seis de la tarde, la luz sigue ahí, amarrada a la barandilla de mi terraza.

La semana pasada también se lleno de esa lentitud perezosa que arrastran algunos días de otoño. Es igual que me divierta, que duerma, que trabaje... si miro el reloj aún queda tiempo para terminar.

¡Siguen siendo casi las seis! He dudado si escribir baranda o barandilla, lo he buscado en dos diccionarios. Al final he optado por el lenguaje más casero.

¡ Aún no son las seis!

La lentitud del tiempo cuántico va relacionada con el leve hinchazón de mi tobillo izquierdo. Así, espacio y tiempo guardan una similitud percibida y cierta; subjetiva y objetiva simultáneamente - como resulta obvio-.

He visto un vídeo sobre la teoría cuántica del espacio-tiempo para poder escribir dos renglones; no me importa; pero siguen sin ser las seis.

¡Casi las seis y martes!

Me entretengo en pintar unas tablillas con haikus  que tengo de hace mucho o poco, todos antes de las seis, claro. Escucho un podcast de Alex Fidalgo, bebo un te macha y realizo ejercicio suaves de tobillo.

Todo me sale lentamente mal. 

La acuarela emborrona las alas de la mosca y los pétalos de las buganvillas;  la madera no ayuda. Esta ya no vale. El tobillo sigue con su hinchazón derramado y no sé qué ha dicho Alex.



No es un buen momento para pintar un girasol cabizbajo.




¡Las seis y uno! Pinto una rosa y una amapola. Salen algo mejor. Confío en que el tiempo transcurra más rápido.




miércoles, 10 de septiembre de 2025

Oporto II

 

Oporto es una ciudad dibujada con encanto y con calles empinadas.

Subir  entre dos resulta más sencillo y agradable, aunque no sea necesario.

Al mirar esta fotografía veo que hemos coincidido en modelo de sombrero y hasta camisas; ropa  y caracteres parecen similares.

Pero su camisa es lisa y más oscura, la mía a rayas; él tiene azogue, yo, por lo común, tranquilo; sus pantalones son modernos y rasgados, los míos grandes y clásicos; él toma gin tonic, yo whisky; los sombreros sí que son iguales, blancos, como nuestros equipos;  él calza  pikolinos de oferta, yo zapatillas rebajadas. Nos reímos de las mismas tontunas y si hay que bailar se baila.

No me extraña verme en esta fotografía, abrazado a gusto con mi amigo Juan.





noche de Oporto,
en el recuerdo
dos sombreros y un abrazo



Para Juan, con cariño.


domingo, 7 de septiembre de 2025

Leiva

 

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El concierto de un artista repleto de sensibilidad, estilo,  acordes y tatuajes.

En cada canción deja una frase misteriosa que la resume o la genera:"todo tiene luz de probador"; "histérico de felicidad"; "todo el mundo cree en Dios cuando se menea el avión"; "odio al tipo del espejo unos siete días a la semana"... y muchas más.

Fue este pasado viernes, día 5 de septiembre, en Albacete; a falta de tres meses para mi jubilación.

La voz entre chulesca y humilde, supone una contraposición que, tal vez, forme parte de su vida.

 El sombrero ancla su cuerpo de quijote y lo sujeta a la tierra.

Y cantó todo el concierto, dos horas; lo poquito que habló fue para pedir perdón a los vecinos por el jaleo musical y a los asistentes, reconociéndoles y agradeciendo el esfuerzo de lo que valen las entradas. No necesita eslóganes de feria y momento. 

Me emocionó. Bailamos. Salimos del concierto más ligeros de espíritu y con una alegría que compartimos con nuestros amigos y con un whisky. 

Un predicador que no predica, pero contagia, como si fuera bueno, como si tuviera un gran corazón.

Gracias.


día de concierto,

la figura de Leiva

llena el escenario









domingo, 10 de agosto de 2025

Paseo


 Como muchos domingos salgo a andar protegido por las sombras del Parque Lineal. Otra vez una ola de calor convierte en inhabitable las calles a partir de las 12 de la mañana y hasta que se oculta el sol.

Cuando me voy acercando a la fuente circular observo a la izquierda, entre el frescor de las gotas salpicadas y la sombra de un olmo, una paloma muerta.

A medida que me aproximo parece que aún se mueve, mantiene una posición difícil, con el cuello muy doblado y el cuerpo girado. ¡Estará a punto de morir!

Al ponerme a su lado y observarla más detenidamente: los ojos continúan abiertos y cientos de hormigas se pasean ya - sin respeto - entre las plumas, saqueando plumones y vuelos.


Parque Lineal,

el estertor de la paloma

entre las hormigas


martes, 5 de agosto de 2025

Oporto

 Salimos de Alicante, un aeropuerto elegante y manejable para gentes de provincia y de pueblo. Ryanaire nos colocó a cada uno de los cuatro en una punta como castigo de no pagar el suplemento de "dame un poco más".

Fue el sábado treinta y uno de mayo, después de la despedida de Mariví. Despegamos alrededor de la una y volamos a favor de las olas.

Al llegar nos condujeron  a toda velocidad en un taxi - concertado con cita previa- hasta la calle Ceuta. Ceuta hubo un tiempo que fue portuguesa y no lo olvidan. 

Al ir a la casa Airbnb el primer problema surgió con un candado con contraseña que bloqueó la entrada hasta que vino la encargada del piso y estiró con fuerza. Ni nosotros tres, ni el ingeniero que nos acompaña supimos abrirlo.



Antes habiamos comido discretamente en Bira dos Namorados, pero a nosotros nos parecía un restaurante decorado para niños que querían pintar mientras tomaban un cola-cao.




Recuerdo bien el inicio. El resto de los días se diluyen y se mezclan; no es importante qué fue primero una vez que estás en el sitio correcto y con gente buena.

El río Douro - suena a dorado - y el puente de Don Luis I dominan la ciudad; el puerto; las orillas; el valle; el turismo y la alegría.


El continuo bajar y subir al que obliga la ciudad proporciona vistas panorámicas en cada calle: desde aquí se ve la catedral, desde allí el ayuntamiento, el río desde un poco más allá, las bodegas quedan más lejanas.

Una concentración motera nos distrajo hasta el momento de visitar las bodegas Ferreira.


Allí aprendimos virtudes y características del vino de oporto, de las bodegas y de la forma sospechosa en la que hizo fortuna  la Ferreirinha. 


También nos hablaron de la palabra "saudade" y de como todos nos creemos únicos en el mundo.

En la cata final hubo risas, parecía temprano para beber pero no. 


Después de la cata - nos encontrábamos en el margen izquierdo si miramos al mar - y, en un puesto de golosinas, nos pusieron unas cañas frescas,  después un poco de chorizo al fuego, después... y después... en fin que comimos estupendamente entre chupa-chups y pipas de calabaza; cerca del río en taburetes alzados.

Al atardecer terminamos de endulzar la velada surcando  el Duero, bajo siete puentes. 


Y visitamos la catedral; la estación de ferrocarril, iglesias y monasterios con mosaicos y altares dorados; el mercado, la casa de la moneda, la cárcel; hicimos una visita guiada, por las noches algo de whiski. 

Parafraseando a Sabina "no caben tantos recuerdos en un haibun". 


Y comimos en un bareto perdido, con sopa verde portuguesa a la que se me olvidó sacarle foto, una frasca de vino y otras viandas caseras y a buen precio.

El vuelo de regreso siguió con el castigo de separarnos por hablar;  viento y olas racheadas en la vuelta.


cáscaras de patatas

para cenar,

y montones de risas



A Oti y Juan, con cariño.





domingo, 20 de julio de 2025

Santa Pola

 





 





el rosa marchito

en el pétalo de la buganvilla...

y el mar





A mis amigos, Llanos y Paco.