miércoles, 24 de febrero de 2021

MACRODETALLE

 

Vendió su casa sin agonía y con lo ganado adquirió acciones de El  Corte Inglés. Lo planeó con  tiempo y  silencio. Estudió las leyes mercantiles de la bolsa y de la propiedad horizontal, con detalle, minuciosamente, fotografiando los artículos más escondidos, allí donde los legisladores insertan la composición de los alimentos procesados.

Antonio se mudó - con sorpresa de todos -  de okupa a El Corte Inglés. Pero él conocía los metros cuadrados que le correspondían con su inversión y que se convertía en copropietario de la tanteaba parte del edificio de Albacete que se levanta en la avenida de España, 30-32.

El primer día que se negó a salir  disfrutaba, en la sección de electrónica, de un documental de flores en veinte televisiones. El guarda de seguridad se puso chulesco y desorientado.  Antonio le enseñó un auto  de la sala de lo civil de la audiencia provincial que admitía una demanda de dominio compartido - como si fuera un apartamento de multipropiedad - y que imponía medidas provisionales de ocupación y custodia. El guarda llamó al teléfono rojo de emergencia y le pasaron con el despacho de Garrigues Walker que le obligó a guardar la metralleta y a que le consintiera pernoctar esa noche en el departamento de lencería de la segunda planta.  Al día siguiente vinieron abogados en  traje nuevo que, se fueron por la tarde sin poder echarlo y haciendo migas con él.

Al asunto no le quisieron dar publicidad para que no se extendiera su ejemplo, solo Iker Jiménez insinuó algo en un especial nocturno.  Los letrados  añadieron más anexos para que los que  adquirieran  nuevas acciones no pudieran imitarlo.

Antonio Muñoz  ocupó  El Corte Inglés solo por utilizar el ático y disfrutar de los atardeceres verdes,  alboreados, con luces de publicidad. Ninguna otra razón. Lo acondicionó a su manera: con plantas endémicas y bichos de varios colores. 

Antonio se gana la vida como macrofotógrafo - pidió excedencia como visitador nocturno - y, en su oficio,  convierte:  la brizna en bosque, la hormiga en un depredador y  al milano lo inmoviliza  en la corriente de aire. 

Antonio ama a los animales, y ellos a él, en algunas fotografías parecen que están posando como modelos italianos.

Todo esto lo cuento solo para que entendáis lo que voy a narraros ahora.

Una tarde, sentado con su  pijama de rayas rojas y blancas, entró volando al ático una abeja cansada. Se dio cuenta de que no lograba levantar el vuelo. Se posaba, intentaba agitar sus alas quitinosas y caía una y otra vez. 

No sé qué hubieran hecho otras personas: darles un zapatillazo, o contemplar la derrota. Pero él, sacó un platito con agua y azúcar y se lo dejó al lado. 

La abeja se acercó y libó. Dice Antonio que bajó un momento a la sección de entomología para ver si encontraba un tratamiento más adecuado, pero cuando regresó la abeja ya no estaba.

La historia así ya queda asombrosa. Pero la naturaleza es increíble. Ahora por la terraza vuelan cada tarde abejas en busca del platito con agua azucarada. Allí paran. 

No me extrañaría que algún día le llevaran gotitas de miel. 

p.d. En Albacete, ya nadie se sorprende si se encuentra en la tienda gourmet  del El Corte Inglés a Antonio en pijama.


Para Antonio Muñoz