martes, 16 de marzo de 2021

Un paseo a las afueras




 Del invierno astronómico aún quedan vientos racheados y nubes grises en estratos. Han brotado, casi de un día para otro,  las flores  melificadas de los almendros y las pentámeras rosadas  de los prunos. Los árboles colorean  el horizonte medio del campo.

El camino de la Cabrera se ha convertido en una forma cómoda para salir del asfalto; por ahí vienen -sobre todo en primavera -   los peregrinos desde levante buscando Santiago. Pues eso, tomo el camino y luego el primer desvío hacia la derecha, dejando atrás la casa de los Gnomos, en dirección a la lonja  municipal de frutas y verduras.

En la ribera izquierda, en unos zanjones para desagüe, se encuentra un rodal de pequeñas flores que solo se aprecian si el caminar es tranquilo; es necesario agacharse para advertir la belleza del azul de la verónica del campo, con su tallo postrado y pubescente. Y fijarse, matematicamente, en la asimetría suave del color de sus pétalos. 

Por estos andaderos abundan los dientes de león, aún amarillos;  muy pocos han sacado sus vilanos voladores. Son flores que buscan soplos de niños y vientos.

Las fumarias, también prolíficas,  florecen en racimos erguidos con colores morados-rojizos.

Y las orugas, y las rabanizas, y otras y más de aromas mínimos  y verdes; pero hay que seguir andando si queremos llegar a casa; ahora por el asfalto, por las calles llenas de vida y sombras.

 ¡Ufff, casi se me olvida volver a  ponerme la mascarilla!



violetas:

en la yema del dedo

sus pétalos