miércoles, 29 de abril de 2020





Tocaba ir a hiper de compra de cervezas y licores y  de paso: alitas de pollo, huevos, champiñón y otras cosas hasta aprovechar el carro en todo su esplendor. Hoy es un miércoles laborable  y se celebran, entre otros,  a dos santos:  San Prudencio de Tarazona y Pánfilo de Corfinio; aún no sé a qué reflexión lleva esta casualidad.

Los nuevo complementos de primavera/virus virus/primavera son  guantes y mascarillas, o tapabocas que dicen en América. Ya se ve algún modelo en flores estampadas y en negro pena negra ; en cuanto la ocasión permita dejaré el verde quirúrgico. En  solo tres decretos de encierro nos hacemos a otras modas y maneras.

Pues eso, creo que en Carrefour (aunque siempre digo PRYCA) íbamos todos pertrechados y dispuestos a operar cualquier urgencia, aquello  parecía una convención de cirujanos desarmados. Pero ni eso ya nos llama la atención.

En la cola única para pagar, un señor con una mascarilla de las buenas  ha gastado una broma, no la recuerdo, pero sí que ha sonreído. Mientras esperaba guardando el metro de distancia solidaria  he sido consciente que no le he visto la boca.

con tapabocas
y guantes;  sonríe
con los ojos


domingo, 12 de abril de 2020

Felicidades, hija





Hace dos años escribí este haiku:

humo y sonrisas,
bajo la lluvia de abril
veinticinco años

Y es que, ese día, compartimos la llovizna frente a Edelweis;  un restaurante de recuerdos y rasgos filipinos.

Pero  hoy caminamos,  cada uno, con lluvias de diferentes idiomas. Lo que sí compartimos es el confinamiento y  el virus Covid-19, un nombre mal puesto; Borges lo decía de "pesadilla" que era un nombre flojo para su significado. Covid parece un alias de una mascota, no el de un virus asesino. Debería llamarse covidof o covidamian, algo que induzca más al temor.

En fin, ese covid nos aísla y separa más que el mar y el aire. En esa distancia (medida en horas y días) nunca te oigo una queja; claro que a tu hermano tampoco. Sois valientes y buenos. Cuando te veo por el skype te noto radiante y guapa, con  voz  fresca y reída.

¿Sabes?, compro cerveza sin filtrar, me la presentaste tú tardeando por Tejares;  y en cada primer trago me vienen a la memoria unos últimos viernes que pasamos hablando de casi todo y del mundo. Buenos momentos. Si te siento feliz soy feliz, aunque bebamos lejos. Sé que andas buscando la vida.

¡Felicidades, hija!

otra vez
doce de abril,
y ahora, tan lejos.



martes, 7 de abril de 2020



En tiempos del virus de Wuhan y decretos de confinamiento, se circula en coche por las calles de Albacete con la tranquilidad de un domingo de otoño.

Ayer me dirigía a una farmacia, algo alejada del domicilio, que nos vendía tres mascarillas muy sencillas  a un precio de siete euros. El caso es que conducía tranquilo, escuchando alguna noticia y, como sucede en muchas ocasiones, un grupo de palomas picoteaba en medio de la calle una comida invisible a mis ojos, me iba acercando a ellas a una velocidad normal, no a más de los cuarenta kilómetros reglados, y no frené, porque las palomas ya están empadronadas y son albaceteñas en varias generaciones y conocen las normas de tráfico.  Y levantaron el vuelo apurando, apurando demasiado y escuche "un cloc". Una se confió.

No me produce ninguna congoja especial ese hecho, pero en fin.

A la vuelta, con la sensación de que la farmacéutica era una atracadora licenciada, tomé otro recorrido para ir a casa. Y me encontré con otra bandada de palomas, y en esta ocasión frené ligeramente para no oír otra vez un  cloc que llevaba muy reciente en la memoria; pero escuché otro sonido que no esperaba, un pitido fuerte de un claxon;  un todoterreno adelantó a un bus urbano muy ajustado, y mi frenada palomera forzó aún más la maniobra.

No pasó nada. Al rato, cada vehículo siguió  por una calle.

En fin, si vuelvo a por mascarillas  espero que las palomas espabilen.

las palomas
levantan el vuelo
confiadas.






sábado, 4 de abril de 2020




Los vecinos aplaudimos,   al ritmo de la última versión  "pluriartista" de "Resistiré".

 A finales de mayo habrá transcurrido un año que nos mudamos a esta casa.  Solo saludamos con nombre a los vecinos de la terraza izquierda,  a los demás los miro, cada día un poco, y tomo un boceto de sus caras con el fin de  poder reconocerlos, en unos días, a pie de calle.

Justo enfrente - el número veinticinco  - los del segundo son los que animan la zona y ponen el equipo de música en modo "chulo de coche", solo que ahora es en modo "solidario/alegre". De ahí salen dos chicas por una ventana  saludando a muchos; a su lado, un señor con barba espesa y gesto serio, se mueve mal y acompaña con las palmas a  destiempo; en el balcón contiguo - del mismo edificio veinticinco - a una señora rubia con bata moteada y cutis cuidado le noto con falta de ir a la peluquería a tintarse.

Es una calle peatonal lo que nos separa, lo suficientemente estrecha para que las cortinas estén cerradas y se puedan apreciar las raíces canas de los de enfrente mientras suenan himnos y aplausos.

En la terraza aticada de una casa  -posiblemente la más vieja de las que se ven, y en la que pensábamos que no vivía nadie - salen también dos chicas jóvenes, morenas y también en bata modelo "estar encerrado". La altura es de un primero alto, no llega a segundo. Se las ve desenfadadas. Hablan, al terminar los aplausos,  a medio grito con otra chica cercana sobre cosas del trabajo y de familiares.

Un poco más a la derecha - serán los del veintinueve -  en un tercer piso  hay  una terraza grande;  ayer vi salir tímidamente a un hombre que parecía que se asomaba al balcón más para ver si venía  la ambulancia del SESCAM que a lo que se sale,  pero al poco se unió al coro y se dispersó su actitud.

Otro ondea la bandera de España y lanza algún viva cuando la música suena sin letra;  y hay aún más gente, más ventanas que cantan y más balcones abiertos.

Esta versión de Cadena 100 del  "Resistiré" dura cuatro minutos y cincuenta y seis segundos, tiempo suficiente para ir conociéndonos un poco cada día.

los vecinos
a las ocho en las ventanas:
resistimos