lunes, 28 de diciembre de 2020

Nieve






Unas pequeñas gotas difuminadas por una borrasca - que llaman "Bella"- han ido mutando a copos diminutos y crisálidos.  El frío se nota en la ausencia y, el viento, en las cosas que no deben volar y vuelan. 

Ha cuajado algo en alguna esquina, pero no durará, es leve, como de ganchillo antiguo. Los pajarillos se suben a las aceras entre paso y paso, protegiéndose bajo los balcones. 

Todo parece pequeño: la nieve, el piar, la mañana.


Santos Inocentes,

la nieve les cae

a los gorriones

martes, 17 de noviembre de 2020

viernes, 13 de noviembre de 2020

Un recuerdo IV

 



Estuvimos liados casi un curso, es el único curso que siento no haber repetido.

¡Qué frase tan bonica, Paco!

La expresión de la cara le cambiaba constantemente, como en analepsis, según recordaba situaciones, mudaba de la melancólica a la decepción, de la alegría a la gratitud, del desaliento a la serenidad.

Cuando estuve con ella disfruté de la vida, y me sentí fuerte, importante y listo. Ese fue mi gran error, me sentía más inteligente que ella y, en cierta medida superior. En tan solo unos meses se me olvidó que era un pringao en cuestiones amorosas. ¿Eso cómo se llama?,  tú que escribes.

Diría que eso es soberbia, pero en tu caso con la atenuante de acomplejada gilipollez de la juventud.

Y la perdí, realmente la eché de mi lado, porque no leía los libros sesudos que a mí me gustaban, ni se tomaba la política demasiado en serio. Pensé que no podría ser feliz así a la larga. Se me olvidó que en eso lo que rige es el corazón.

Cuando dices eso, te refieres al amor. Parece que te cuesta decirlo, como si fuera sentimiento burgués. Oye, ¿y cuándo te diste cuenta de lo que sentías no pensaste en volver, en decírselo?

Claro que lo pensé, pero enseguida la vi con otro, creo que no sabía estar sola. Ya no pintaba nada.

¿Ella te quiso? Quiero decir si tú lo sentías.

Sí, y también creo que nunca me ha querido nadie así.

Me dio miedo volver, que me dijera que no, creo que lo que me acojonaba era  hacer el ridículo. Y ahora me arrepiento. No sé qué hubiera pasado. ML ahora lleva casi tres meses viuda, posiblemente siga sin saber estar sola,  Por eso ahora...

Me miró con la interrogación de la frase en el aire. 

En efecto, como pensé al principio, estaba preguntándome por los albañiles. 



N.A. TODO ES INVENTANDO, CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD DE SITUACIONES O PERSONAJES ES DEBIDO A FALTA DE IMAGINACIÓN.




Un recuerdo III





 Fue en un concierto, actuaba Francisco Javier Krahe Salas, no se quiso venir ningún compañero de piso, no sé,  por motivos de exámenes, o algo así, no lo recuerdo bien. El caso es que fui solo. Y me vio ella cuando estábamos entrando, me saludó, muy simpática, luego me confesó que en el instituto ya se había fijado en mí, solo por mi físico - bromeó-. 

Si la veo yo, seguro que no me hubiera atrevido a decirle nada, pero fue como fue, ella iba acompañada con una chica muy morena.

 Recuerdo que era de Linares, y me senté con ellas. Mucha gente las miraba.  Menudo par: una morena medio gitana, la otra pelirroja medio americana. Creo que por una vez en la vida fui la envidia de otros tíos. Disfrutamos del concierto, nos sabíamos todas las canciones  y cuando cantó Krahe la de "No todo va a ser follar", joder, me puse colorado como un adolescente y ML se dio cuenta. Se me notaron los malos pensamientos. 

A la salida, animados, nos fuimos a tomar algo, terminamos los tres en un antro tipo pub de mucha madera oscura con nombre irlandés. La linarense guardaba entre el tabaco blando, liados, un par de porros con costo de calidad. Yo los había probado alguna vez, pero no me iban mucho, porque no son buenos para nada, y porque me sientan fatal. 

A mí también me caen como el culo - no puede evitar dar mi apunte científico-.

Pero no me iba a hacer el flojo, así es que le di con ganas y el primero - vale - pero con el segundo  me pillé un amarillo, ¿sabes qué es eso? me preguntó y claro que lo sabía y sufrido en propio cuerpo.

La de Linares se fue, ML pagó las copas y me sacó a la calle en cuanto se fue algo  el desmadejo de mi ánimo. Y paseamos al aire templado de las calles, me sujetaba en ella, y cuando me venía la vida, consciente de mi situación no la solté. Y ML lo notaba, en fin, sin más detalles, un besete, otro y que nos liamos esa noche.

Paquito, se te ponen ojillos tiernos contando eso. A mi hija, aún le pasa que cuando nombra  un chico madrileño que quiso muchísimo le cambiaba la mirada, incluso se pone más guapa. Para mí que aún siente algo, ella sabrá.  Tú solo cambias la mirada, no te hagas ilusiones. 

Me enamoré de ML, creo que nunca me he vuelto a enamorar así.


Un recuerdo II





A mí también me gustó ML, joder, ¿pero a quién no le gustaba? Tal vez era demasiado delgada, tal vez demasiadas pecas sobre la piel lavada, tal vez demasiado delicada... la verdad es que era una preciosidad tipo Kataharine Houghton Hepburn, pero más de aquí.

Luego en la vida ha sufrido muchas penas, me he enterado de que, hace unos días, su segundo marido, el policía,  se ha suicidado. Comentan que porque se iban a divorciar y él no lo soportaba, que porque ella se salía por ahí con otros y ... en fin, se pregonan tantas barbaridades. Lo cierto y verdad es que el muchacho se pegó un tiro en el pecho, en el corazón, una muerte con la que claramente le quería dejar un mensaje indeleble y  cabrón.  Es difícil juzgar el sufrimiento.  ¡Todos vivimos como podemos!

En ese momento Paco se echó a reír. Es la risa que surge en la tristeza de los duelos. Me dijo entre dientes que eso aún no pero que llegaría. 

Ya, él leyó ¡Todos vivimos como Podemos!  Os conté que Paco es muy político. Reímos.

Lo que tú no sabes, me dijo, es que estuve con ella un tiempo en Murcia. Allí coincidimos unos años, ella se fue a estudiar derecho, aunque lo que se dice estudiar no lo hacía mucho, eso sí, con el tiempo lo terminó en la UNED. Ahora creo que ejercía de abogada laboralista en la UGT y creo que lleva casos sobre despidos objetivos y ...

Le corté en seco, ¡coño Paco!  no me cuentes el estatuto de los trabajadores y dime qué pasó en Murcia. 






Un recuerdo I





 La llamada fue inesperada, tanto por el tiempo que llevábamos sin hablar como porque Paco nunca me telefonea. Si se quiere poner en contacto me escribe por el messenger de Facebook. Y, lo que sucede en estos casos, el pensamiento va encaminado al drama. Pero no, solamente quería quedar a dar una paseo y charlar. Que, sinceramente, me siguió pareciendo extraño. Creo que no hemos  vuelto a conversar en modo paseo desde que los dos fumábamos ducados, así es que, seguí dramatizando y lo que me venía más a mano fue que se iba a separar. Ya sabemos, si vas a hacer obras en casa preguntas a los amigos por si les gustaron sus albañiles. Quedamos para el sábado a las cinco.

Ya nadie vaguea en otoño por el paseo de la estación, todos van y vuelven con destino fijado en el navegador. Los tilos no se encuentran en su mejor momento. Desmochados por la copa y con hojas tristes por la base más campanuda. Es una imagen desolada y poco simétrica. 

Le pregunté un poco por su vida, Paco es médico y ya sabemos... la fluctuación empinada de la pandemia, de los contagios y de las misas de difuntos. De lo que procuré no hablar es de política, él tomó su camino con la primera barba y lo ve todo con la seguridad de un político de los ochenta, con su forma retrospectiva de vivir;  yo camino con más chascos y asombros y dudas, tal vez, las de siempre.

Llegamos a la punta del paseo y todo era un preludio entretenido. Cuando giramos los pasos me preguntó por ML. ML era una chica que iba a dos cursos menos que nosotros cuando estudiábamos en el instituto, pelirroja, con rizos recogidos la mayoría de las veces, pero que en fiestas los dejaba asalvajarse hasta la segunda vértebra lumbar.

Claro que la recuerdo, le dije, estuviste pillado por ella, sonreímos porque en un segundo el corazón nos volvió a latir inexperto y joven.

martes, 10 de noviembre de 2020

Hojas de tilo

 




En el paseo de la estación aún se siente la humedad de la tormenta que cayó  hace unos días, a pesar de que apenas si queda tierra visible, solamente en los alcorques que delimitan a los tilos y aligustres. 

Las hojas se encuentran en su transición marchita, fluyendo del verde al seco marrón. Entre estos dos colores, como principio y fin, se encuentran el ocre y el dorado.  Es un dorado que refleja el sol y lo convierte en algo más específico, pasa de estar esparcido en el aire a ser un rayo definido, que apunta, que acota su infinito:  de ser una nube a ser gota.

En ese atardecer camino, apenas son las cinco menos algo - hoy  me he quedado dormido en el sillón de mi padre - ando dirección  oeste y debo bajar la mirada.

relumbran 

las hojas de los tilos,

hacia el poniente

viernes, 16 de octubre de 2020





El paseo de la estación está delimitado por dos hileras de árboles: la interior de aligustre y la otra de tilos. 

Los tilos tienen junto con las hojas unas brácteas, falsas hojas u hojuelas que cumplen la misión de esparcir las semillas, lo hacen a modo de helicóptero. Da gusto verlas caer, giran rápidamente. 

Dicen que cada vez hay menos gorriones en los pueblos, es posible. Lo que no recuerdo de niño es ver, en La Roda, palomas. Eran cosa de aldeas, boinas  y de plazas barcelonesas.

Por encima de un ventanal de donde trabajo pasan varios cables negros y robustos que llevarán electrones convertidos en datos o en posibilidades energéticas. Y, en ellos, he visto salir varias veces a un gorrión, hasta que comprendí que allí anidaba,  ¡teniendo tan cerca los tilos!



caen las hojuelas,

el gorrión anida

en los cables 




viernes, 14 de agosto de 2020

migas de pan

 

Andábamos, hace un par de días, por el final de la calle Lozano, cerca de Nuestro Bar, una calle peatonal y adoquinada en dos colores sufridos: un gris amarronado en el centro y un blanco grisáceo con pintas a ambos lados. Pues eso, esparcidas por su parte central encuentro unas migas de pan blanco esperando el picoteo.

Hoy las he vuelto a ver allí, deben ser las mismas, aunque algo más oxidadas y desde luego se hallan en el mismo sitio, centradas en la calle,  hasta diría que dibujan la misma forma irregular de galaxia.

Es extraño que los gorriones no se las hayan comido, pienso; aunque en esa zona siempre deambulaban  muchos gatos. Eso fue antes de que una lluvia de primavera constante, de varios días, derribara los muros amarillos de adobe.  Allí, en esa casona, se amontonaban gatos de varias generaciones, que se deslizaban entre las rendijas podridas de las "portás". Tal vez persistan por el barrio huellas, o la liviandad de las  vibrisas en el aire y no se acercan por allí ni palomos ni pardillos.

Pero lo más extraño de todo es que el barrendero no las ha recogido con su cepillo de cerdas duras, porque no se ven ningún papel, ni colillas.  Me gusta pensar que no barre las migas


siguen las migas de pan

en la acera, 

ya pasó el barrendero


lunes, 20 de julio de 2020



Fui a por un par de mascarillas de tela, las inventan en la Cajita de Papel, un pequeño comercio mitad físico mitad en el aire. Tal vez llegué pronto sobre el horario de cristal que se veía desde la acera. Y distraje la espera recorriendo las calles por las que caminaba de crío para ir al colegio, calles que se van haciendo viejas, cuarteándose las  paredes blancas y los balcones perdiendo suelo; aguantan las portadas macizas, claveteadas y asolanadas.

En una de esas casas me entretuve viendo como los pájaros salían volando en bandadas de fiesta y trinos; el tejado mitad hundido mitad dando cobijo,  se sostiene apoyado en las ramas avigadas de algún árbol enraizado en el salón principal.

Continuo pasando por delante de  la puerta invisible de unos familiares  de los que muy tarde aprendí el parentesco; tal vez porque siempre sonreían entre palabras cariñosas y gestos dulces y no necesitaba saber más.

De otra casona de por allí me comentaron, ya hace años, que vivía una bruja, Así recuerdo la historia y así la dejo. Murmuraban que algunas personas que se acercaban notaban angustia en el estómago y se alejaban a toda prisa. Sus paredes se van encorvando como la vida y las palabras.

De vuelta a la Cajita de Papel compro una mascarilla de lunares y otra de cactus para mí.




por el tejado hundido
revuelan los pájaros,
la calle en cuesta




miércoles, 29 de abril de 2020





Tocaba ir a hiper de compra de cervezas y licores y  de paso: alitas de pollo, huevos, champiñón y otras cosas hasta aprovechar el carro en todo su esplendor. Hoy es un miércoles laborable  y se celebran, entre otros,  a dos santos:  San Prudencio de Tarazona y Pánfilo de Corfinio; aún no sé a qué reflexión lleva esta casualidad.

Los nuevo complementos de primavera/virus virus/primavera son  guantes y mascarillas, o tapabocas que dicen en América. Ya se ve algún modelo en flores estampadas y en negro pena negra ; en cuanto la ocasión permita dejaré el verde quirúrgico. En  solo tres decretos de encierro nos hacemos a otras modas y maneras.

Pues eso, creo que en Carrefour (aunque siempre digo PRYCA) íbamos todos pertrechados y dispuestos a operar cualquier urgencia, aquello  parecía una convención de cirujanos desarmados. Pero ni eso ya nos llama la atención.

En la cola única para pagar, un señor con una mascarilla de las buenas  ha gastado una broma, no la recuerdo, pero sí que ha sonreído. Mientras esperaba guardando el metro de distancia solidaria  he sido consciente que no le he visto la boca.

con tapabocas
y guantes;  sonríe
con los ojos


domingo, 12 de abril de 2020

Felicidades, hija





Hace dos años escribí este haiku:

humo y sonrisas,
bajo la lluvia de abril
veinticinco años

Y es que, ese día, compartimos la llovizna frente a Edelweis;  un restaurante de recuerdos y rasgos filipinos.

Pero  hoy caminamos,  cada uno, con lluvias de diferentes idiomas. Lo que sí compartimos es el confinamiento y  el virus Covid-19, un nombre mal puesto; Borges lo decía de "pesadilla" que era un nombre flojo para su significado. Covid parece un alias de una mascota, no el de un virus asesino. Debería llamarse covidof o covidamian, algo que induzca más al temor.

En fin, ese covid nos aísla y separa más que el mar y el aire. En esa distancia (medida en horas y días) nunca te oigo una queja; claro que a tu hermano tampoco. Sois valientes y buenos. Cuando te veo por el skype te noto radiante y guapa, con  voz  fresca y reída.

¿Sabes?, compro cerveza sin filtrar, me la presentaste tú tardeando por Tejares;  y en cada primer trago me vienen a la memoria unos últimos viernes que pasamos hablando de casi todo y del mundo. Buenos momentos. Si te siento feliz soy feliz, aunque bebamos lejos. Sé que andas buscando la vida.

¡Felicidades, hija!

otra vez
doce de abril,
y ahora, tan lejos.



martes, 7 de abril de 2020



En tiempos del virus de Wuhan y decretos de confinamiento, se circula en coche por las calles de Albacete con la tranquilidad de un domingo de otoño.

Ayer me dirigía a una farmacia, algo alejada del domicilio, que nos vendía tres mascarillas muy sencillas  a un precio de siete euros. El caso es que conducía tranquilo, escuchando alguna noticia y, como sucede en muchas ocasiones, un grupo de palomas picoteaba en medio de la calle una comida invisible a mis ojos, me iba acercando a ellas a una velocidad normal, no a más de los cuarenta kilómetros reglados, y no frené, porque las palomas ya están empadronadas y son albaceteñas en varias generaciones y conocen las normas de tráfico.  Y levantaron el vuelo apurando, apurando demasiado y escuche "un cloc". Una se confió.

No me produce ninguna congoja especial ese hecho, pero en fin.

A la vuelta, con la sensación de que la farmacéutica era una atracadora licenciada, tomé otro recorrido para ir a casa. Y me encontré con otra bandada de palomas, y en esta ocasión frené ligeramente para no oír otra vez un  cloc que llevaba muy reciente en la memoria; pero escuché otro sonido que no esperaba, un pitido fuerte de un claxon;  un todoterreno adelantó a un bus urbano muy ajustado, y mi frenada palomera forzó aún más la maniobra.

No pasó nada. Al rato, cada vehículo siguió  por una calle.

En fin, si vuelvo a por mascarillas  espero que las palomas espabilen.

las palomas
levantan el vuelo
confiadas.






sábado, 4 de abril de 2020




Los vecinos aplaudimos,   al ritmo de la última versión  "pluriartista" de "Resistiré".

 A finales de mayo habrá transcurrido un año que nos mudamos a esta casa.  Solo saludamos con nombre a los vecinos de la terraza izquierda,  a los demás los miro, cada día un poco, y tomo un boceto de sus caras con el fin de  poder reconocerlos, en unos días, a pie de calle.

Justo enfrente - el número veinticinco  - los del segundo son los que animan la zona y ponen el equipo de música en modo "chulo de coche", solo que ahora es en modo "solidario/alegre". De ahí salen dos chicas por una ventana  saludando a muchos; a su lado, un señor con barba espesa y gesto serio, se mueve mal y acompaña con las palmas a  destiempo; en el balcón contiguo - del mismo edificio veinticinco - a una señora rubia con bata moteada y cutis cuidado le noto con falta de ir a la peluquería a tintarse.

Es una calle peatonal lo que nos separa, lo suficientemente estrecha para que las cortinas estén cerradas y se puedan apreciar las raíces canas de los de enfrente mientras suenan himnos y aplausos.

En la terraza aticada de una casa  -posiblemente la más vieja de las que se ven, y en la que pensábamos que no vivía nadie - salen también dos chicas jóvenes, morenas y también en bata modelo "estar encerrado". La altura es de un primero alto, no llega a segundo. Se las ve desenfadadas. Hablan, al terminar los aplausos,  a medio grito con otra chica cercana sobre cosas del trabajo y de familiares.

Un poco más a la derecha - serán los del veintinueve -  en un tercer piso  hay  una terraza grande;  ayer vi salir tímidamente a un hombre que parecía que se asomaba al balcón más para ver si venía  la ambulancia del SESCAM que a lo que se sale,  pero al poco se unió al coro y se dispersó su actitud.

Otro ondea la bandera de España y lanza algún viva cuando la música suena sin letra;  y hay aún más gente, más ventanas que cantan y más balcones abiertos.

Esta versión de Cadena 100 del  "Resistiré" dura cuatro minutos y cincuenta y seis segundos, tiempo suficiente para ir conociéndonos un poco cada día.

los vecinos
a las ocho en las ventanas:
resistimos

miércoles, 18 de marzo de 2020








Amaneció con niebla - con una espesura líquida - entreveo los primeros almendros florecidos:  los más viejos y altos, asilvestrados y negruzcos; con su flor oculta por un blanco húmedo.

 La semana pasada, dando un paseo por el camino de La Cabrera, ya disfruté de ese olor a miel que derrochan  y que me sorprende cada primavera, porque el aroma siempre aparece inesperado igual que un beso invisible.

Hoy ha venido un clásico día de febrero, mirar por la ventana no es suficiente para saber si amanece o decae el sol; todas las horas se llenan de una luz agrisada y lenta.

A los tilos del paseo de la estación apenas les quedan algunas hojas, de esas amarronadas, renegridas por diciembre, de esas que no aguantan su destino, bailando y ahorcadas en su peciolo, como si este fuera soga y la rama su patíbulo. En otra mirada me recuerdan a pequeños murciélagos dormidos.

Desde mi ventana veo como mis paisanos caminan por el paseo arropándose la garganta, de viento en viento; uno protege el cuello con la mano desnuda, otro se cierra con dificultad el último botón del gabán.

Han bajado las temperaturas; aunque ayer hizo día de abril hoy lo es de martes, antevíspera de jueves lardero.

ya florecen
los almendros;
los más viejos