jueves, 9 de agosto de 2012

Mochilas




Vigilo las calles
entre las nueve y las nueve y media
entre Caldereros y Jesús Nazareno,
entre el Portón y la Purísima,
escondiéndome en los soportales
con motivos desconfiados
buscando una respuesta que cae
entre las manos.

Es fácil, a estas horas, saludar
y distinguir
- si tuviera a quién-
las caras van lentas en agosto,
arrastran a sus perritos blancos
con un paseo rápido para que meen,
el humo pálido en las manos
entretiene bajo los dinteles
a los más perezosos
y otros
deslizan unos pies forzados,
no se ven sonrisas.


Miro
casi espío
escondiendo el relieve
entre el ruido de los bares que levantan las persianas,
encuentro algún tonto
que lleva, de buena mañana,
el cuello de la camisa levantado
y a otras gentes
que van con mochila y andares insumisos.

Unas mochilas esconden exámenes en rojo
otras son de los más pobres que caminan
y que encierran confundidos
el pasado y el porvenir.

Se acercan, a estas horas,  a un hogar para los de sin hogar
van limpios
morenos
con un moreno arrugado y dormido
un moreno de contenedor y asfalto
que los distingue
como una estrella amarilla
de los gentiles.

Llega la hora
pasan las nueve y media,
- no encontré la mochila que buscaba
tal vez mañana
o al otro,
tal vez no haya nada.

Dejo las calles y las sospechas
hasta la madrugada.





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