lunes, 5 de agosto de 2013



Este domingo solo faltó mi hijo - día de piscina y aire - el resto de la familia andaban metidos en el cuarto de baño cuando llegamos. Miraban en controversia  apretujada una mancha sobre la tarima del lavabo, para unos era lineas naturales de la madera que siempre había estado allí, para mi madre un desvelo de agua fuerte y mi hija Carmen vio un trasunto de las caras de Belmez. No conseguimos un consenso y nadie dimitió.
A eso de la una estábamos todos sonriendo y empezamos con el picoteo cinco estrellas.
 Mis amigos dudan de mi si en alguna ocasión les cuento, sin ánimo de provocar, la variedad de platos y tropezones. Veamos: caracoles, gamba cocida, jamón ibérico - perdón - coca de atún ( qué ricas las hace mi hermana Concha), mejillones, berberechos, queso manchego, langostinos con rayas, pan de rosca y de barra, tinto de verano,  botellines y tercios, vino fresco de Celaya, incluso un ribeiro que a mi padre se le olvida entre las escrituras del Registro neuronal. (Cada uno bebe una cosa, que nadie piense...) A los chicos aún les va la coca-cola o el agua.
Para comer, ya sentados, algo verde para conservar la línea, pollo al horno y codillo. De postre picotas, brevas, melón y helado de yogourt, que resultó ser leche merengada. No exagero. Seguro que me dejo algo por modestia o porque no cabía en la mesa.
 Entiendo que mis amigos me miren de reojo y duden.
Para colmo, este domingo, nos dio por ver lo larga que teníamos la lengua y allí andábamos haciéndonos burla unos a otro en una divertida sobremesa.

p.d. Mi padre, mi mafre y yo llevamos con discreción una lengua normal, la de los demás es exageradamente grande.

                                                                              Relato a petición de mi prima Maribel.





3 comentarios:

  1. Jajaja, me ha gustado leer este divertido relato familiar, gracias por compartirlo José Ángel

    Un abrazo

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  2. Me alegro de que hayas leído y compartido estos momentos.

    Gracias, un abrazo. José Ángel

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