martes, 12 de septiembre de 2017
Aunque desde el paseo de la estación no veo la torre de El Salvador, la presiento y sé a dónde mirar cuando tañen las campanas.
Son las diez de un lunes y doblan lentas, dolientes. He salido a tomar dos piezas de fruta y un café.
Camino a casa de mis padres; me cruzo en la acera con una paloma pagana que, inesperadamente, no se mueve cuando me voy acercando a ella, pero sí me mira.
Cuando regreso a mi trabajo la paloma continúa en el mismo sitio; me aproximo descuidado, ahora se esconde inquieta - como si fuese gato - debajo de un coche. Siguen las campanas.
la paloma
no levanta el vuelo,
tocan a difuntos
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Me encanta... tiene poso.
ResponderEliminarEn ocasiones las cosas más sencillas crean sensaciones profundas. Muchas gracias por tu comentario, un abrazo.
EliminarMuy hermoso. Tiene eco, como esas campanas.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias; me produce mucha alegría leer tu comentario. Un abrazo.
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