sábado, 18 de noviembre de 2017



Otros vientos marchitaron la hojas de las hayas que ahora pisamos y que forman un alfombra ocre, deshilada y otoñal.

Hemos partido desde la iglesia de Bausen; subiendo escaleras unas indicaciones nos dibujan distintas posibilidades para perdernos; la nuestra iba meditada por mi amigo Nino que ejerce de bastón y brújula.

Rozamos ligeramente una ortiga con olor a menta, nos araña enfadada y nos alejamos sin rencor.


Valle de Arán,
algunos acebos
en la montaña.


Subimos disfrutando de cada paso. Las casas aranesas, independientes de sí mismas y del cielo, nos siguen asombrando, ahora vistas con reposo.  Nuestros ojos llanos se entusiasman a cada paso, en cada golpe de paisaje.
Es una ruta de dificultad circular. Fotografiamos las sensaciones, sin demasiada esperanza de conseguirlo.

Van surgiendo en los recodos cuestas que se proyectan sin talón, el bordón nos ayuda como un tercer pie de madera y respiramos cerca de los líquenes que abrazan las ramas.  Miramos atrás desde alto y para delante en bajo. Erramos despacio y aventureros.

camino en la umbría,
por el tronco del haya
un rayo de luz.


Las hayas rebosan en todas sus posibilidades: algunas en brote, otras en madurez, o en racimo leñoso ; tumbadas, carcomidas, huecas, llenas...

Caminamos largo rato bajo sombras verdes y frescas mientras el sol se queda burbujeando en las copas.

En algún momento la senda se diluye entre una huerta de helechos y una lluvia de luz.



al terminar,
tres cervezas
y un vino.




2 comentarios:

  1. Me acabas de llevar otra vez allí.... incluidas las cervecas y el vino.
    Gracias amigo.

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  2. Unos día magníficos para no olvidar. Un abrazo

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