sábado, 26 de enero de 2019




Dice Mónica F-Aceytuno, en su delicioso libro "El país de los pájaros que duermen en el aire" que el sapo partero tiene una voz dulce y la piel rugosa y, como lo dice lo busqué en youtube y es verdad. Un sapo, que por el aspecto lanzaría un voz ronca, canta como un pajarillo.

El caso es que en el paseo de esta mañana cuando escuchaba los pájaros imaginaba  que podían ser sapos  subidos a los pinos, o escondidos en las matas.

  Después ya me he entretenido con las briznas que verdean los campos y con el cartel de la huerta de " villa Carmen" que sigue otro año más con el letrero de..."se vende". Es triste,  es como declarar el amor, pregonando que quieres que te quieran y nadie te reclama , no vales lo que pides. Villa Carmen necesita mucha azada y lomo.

Escucho el sonido de una motosierra - así pensaba que cantaba un sapo - y al torcer la curva veo a dos hombres podando  una higuera inerme y deshojada. Al acercarme me saludan agachando la cabeza, avergonzados por la superioridad de la pelea.

Un humo blanco, pesado y lento, se levanta entre cuatro o cinco árboles, al fondo la sierra de Chinchilla.

Al regresar vuelvo a oír trinos de sapos.

en el cebadal
las primeras briznas,
sin rastro de amapolas

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