¡Qué semana tan lenta! Apenas es martes y casi las seis de la tarde, la luz sigue ahí, amarrada a la barandilla de mi terraza.
La semana pasada también se lleno de esa lentitud perezosa que arrastran algunos días de otoño. Es igual que me divierta, que duerma, que trabaje... si miro el reloj aún queda tiempo para terminar.
¡Siguen siendo casi las seis! He dudado si escribir baranda o barandilla, lo he buscado en dos diccionarios. Al final he optado por el lenguaje más casero.
¡ Aún no son las seis!
La lentitud del tiempo cuántico va relacionada con el leve hinchazón de mi tobillo izquierdo. Así, espacio y tiempo guardan una similitud percibida y cierta; subjetiva y objetiva simultáneamente - como resulta obvio-.
He visto un vídeo sobre la teoría cuántica del espacio-tiempo para poder escribir dos renglones; no me importa; pero siguen sin ser las seis.
¡Casi las seis y martes!
Me entretengo en pintar unas tablillas con haikus que tengo de hace mucho o poco, todos antes de las seis, claro. Escucho un podcast de Alex Fidalgo, bebo un te macha y realizo ejercicio suaves de tobillo.
Todo me sale lentamente mal.
La acuarela emborrona las alas de la mosca y los pétalos de las buganvillas; la madera no ayuda. Esta ya no vale. El tobillo sigue con su hinchazón derramado y no sé qué ha dicho Alex.
No es un buen momento para pintar un girasol cabizbajo.
¡Las seis y uno! Pinto una rosa y una amapola. Salen algo mejor. Confío en que el tiempo transcurra más rápido.


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