Un día de feria, siendo niño, mi
madre se encontraba en reposo por problemas de las dichosas varices y al
terminar mi ronda guardé algo del presupuesto para comprarle una bolsa de
almendras dulces. Las encontré de tres tipos, a saber, garrapiñadas, peladillas
y de turrón.
Le regalé las que más le gustaban, como a mí, las de oblea
rellenas de turrón.
- ¡Mira madre
lo que te he traído!
- ¡Qué bien
hijo, que te hayas acordado de tu madre!
Y dándome un beso las guardó con ternura en su mandil.
A partir de entonces, cada año, sin necesidad de reposo ni
vendas repetía el gesto.
Pero un día – ¡ya había nacido mi hija! - al llevarle mi
bolsa feriada, se encontraba en la terraza con mis hermanas y al dársela, les
dio por reír.
- ¿Pero qué
pasa?
- Aún no te
has dado cuenta, despiste, que a tu madre le gustan las garrapiñadas.
- ¿No es
verdad, a qué no?
- Si hijo,
pero no pasa nada, lo que importa es la intención
- ¿Y por qué no me has dicho nada?
- Las traías
con tanta ilusión…
Echamos risas y besos con bullicio de bandas.
Ya han pasado varios años de aquello y en la última feria,
le dije a mi sobrino Fernando que le comprara a su abuela una bolsa grande de
almendras de turrón.
Se presentó con ella y le preguntó, con inocencia fingida.
- ¿Te gustan
abuela?
Creo que no soy objetiva . Sí, sí lo soy y me encanta!!
ResponderEliminarEste es el relato de feria?
Presenté dos relatos. El que ha quedado finalista ha sido otro que pondré en el blog después de leerlo en el Ateneno.
ResponderEliminarGracias por tu objetividad.
Muy bueno y tremendamente emotivo.
ResponderEliminarFdo: "El lector del blog"
Muchas gracias compañero "lector". Sigue así.
ResponderEliminar