domingo, 8 de septiembre de 2013




Un día de feria, siendo niño, mi madre se encontraba en reposo por problemas de las dichosas varices y al terminar mi ronda guardé algo del presupuesto para comprarle una bolsa de almendras dulces. Las encontré de tres tipos, a saber, garrapiñadas, peladillas y de turrón.
Le regalé las que más le gustaban, como a mí, las de oblea rellenas de turrón.
-          ¡Mira madre lo que te he traído!
-          ¡Qué bien hijo, que te hayas acordado de tu madre!
Y dándome un beso las guardó con ternura en su mandil.
A partir de entonces, cada año, sin necesidad de reposo ni vendas repetía el gesto.
Pero un día – ¡ya había nacido mi hija! - al llevarle mi bolsa feriada, se encontraba en la terraza con mis hermanas y al dársela, les dio por reír.
-          ¿Pero qué pasa?
-          Aún no te has dado cuenta, despiste, que a tu madre le gustan las garrapiñadas.
-          ¿No es verdad, a qué no?
-          Si hijo, pero no pasa nada, lo que importa es la intención
-          ¿Y por qué no me has dicho nada?
-          Las traías con tanta ilusión…
Echamos risas y besos con bullicio de bandas.

Ya han pasado varios años de aquello y en la última feria, le dije a mi sobrino Fernando que le comprara a su abuela una bolsa grande de almendras de turrón.
Se presentó con ella y le preguntó, con inocencia fingida.

-          ¿Te gustan abuela?

4 comentarios:

  1. Creo que no soy objetiva . Sí, sí lo soy y me encanta!!
    Este es el relato de feria?

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  2. Presenté dos relatos. El que ha quedado finalista ha sido otro que pondré en el blog después de leerlo en el Ateneno.
    Gracias por tu objetividad.

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  3. Muy bueno y tremendamente emotivo.

    Fdo: "El lector del blog"

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  4. Muchas gracias compañero "lector". Sigue así.

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