viernes, 22 de noviembre de 2013
Cuando toma el café con leche deja la cucharilla dentro para sentir su roce en la mejilla, dice que necesita besos, y se sonroja, lo consigue con la misma facilidad que da las gracias por todo.
Me extrañan, pero callo, sus ensayos de otros lenguajes en voz silente, se desprenden argumentos de independencia o soledad entre las palabras.
Mientras sonríe, encorva mi estatura, y me habla y me cuenta las mismas cosas extrañas que cuando aún
no era hombre o joven, las ideas innatas que se quedan entre las tácticas de una poesía y un programa de póquer.
Ahí está, y sigue, compartiendo el frío de la mañana y la ausencia de guindas en la tarta de su abuela.
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