jueves, 12 de marzo de 2015

Antonio M.

Resultado de imagen de partida baraja en un bar
A Antonio M. lo conocíamos en La Roda como el Moreno, antes fue el Forastero pero este apodo más colorido se lo encontró cuando  otro forastero más tardío y rubio empezó a frecuentar el Bar-Co.


  En esta época, que recuerdo por otros recuerdos, se crecía y moría alrededor de la misma calle, los pocos que medraban iban de las afueras al centro y otros afortunados ocupaban sus viejas casas vacías, esos eran todos los movimientos.  Resultaba extraño salir más allá, como si los zapatos no tuvieran suela suficiente para andar largas distancias. Por todo esto, Forastero parecía un sobrenombre como de registro civil, para imprimir en las tarjetas de visita.



Pero no lo fue en esta ocasión y  este cambio de mote provocó un  más y su menos en una tarde de domingo, mientras el partido de fútbol esperaba que mis paisanos terminaran el último envite y el penúltimo trago.



- Esta mañana ha estado por aquí el Forastero buscándote - le decían a Juan
- ¿Quién, el rubio? - preguntó el de cartas ganadoras.
- ¡Qué rubio! Si es moreno. - intervino Juan -
- A ese que le gustan los pájaros,¡ hombre!
- Pues no es a el rubio a quien le gustan.- terció el Desico con ganas de liar y reír.
- ¡Envido y truco! - dijo el de cartas ganadoras que no quería que se despistaran las últimas chinas entre líos.
- El otro forastero, el que solo lleva aquí un año. ¡Que mira mucho a todas las mujeres!.-  Apostilló el Desico. El Desico siempre tuvo gana de fiesta a costa de los demás y ese comentario que parecía un sinsentido más de la conversación provocó silencio, un silencio que delata a todos un conocimiento previo de un rumor.



Juan  se liaba el cigarro con la mano que no sujetaba las cartas y miraba a los otros  por encima de las gafas, aunque no las llevara puestas. Su jugada era buena pero no segura - igual que te puede pasar con las mujeres - basto, mata y el cinco de oros. Necesitaba concentración y solo una poca suerte que hoy tampoco tendría. Pero no pudo evitar entrar en el farol,  ¿ y si el Desico se refería a su mujer?.

- El rubio es de canarios.
- ¿Y a quién mira?- preguntó Juan, sin poder evitar enfriar más el ambiente y mirándolo a lo ojos.
- ¿El rubio? -
- No, el forastero ese.- dijo con voz atragantada y seria.
- Eso dicen, que mira mucho. ¿no vive por tu calle?- preguntó bajando el horizonte con  habilidad.



 El Desico perdía la mano y la ronda y, sentía por igual perder y pagar. Estaba sacando la mala leche póstuma de la partida con insidias tramposas y sonrisas marcadas.



Juan no era feliz, se le notaba en la forma de callar, pero hay tiempos en los que la infelicidad es solo una excusa para el último chato; entraba y salía de su casa con el mismo sentimiento que cruzaba una calle solitaria, sin puertas ni consuelos.  Su mujer al casarse se quitó el hambre con él, pero no las ganas. Hay cosas que se dicen en un pueblo aunque nadie las sepa, y esa, se conocía, igual que el vuelo del visillo.



Juan dejó las cartas y se metió la mano en el bolsillo, sabía que se encontraría a su navaja paciente, y la apretó para encontrar consuelo o consejo. Tragó una saliva espesa  y cerró los ojos. A nadie escapó la postura, como si fuera una señal de juego, el Desico  se alejó instintivamente lo que le dio el cuerpo, eso si, sin mover la silla.



El Desico y Juan eran como hermanos, pero eso no sería impedimento para la sangre si hubiera una linde por medio, y se estaba dibujando.



Juan se puso pálido y acelerado. Los de la  mesa silenciosa esperaban tensos el desenlace.


El Desico se levantó de golpe, rompiendo un copa y arrastrando ruidosamente la silla, se acercó a la barra y pagó todo sin necesidad de pedir la cuenta.



- ¡Lo siento Juan, soy un cabronazo! - Lo dijo fuerte, dejando, de momento, toda su valentía en la voz templada.





Al día siguiente se pasó a primera hora la pareja de la guardia civil por el Bar-Co, preguntaban si teníamos referencia de  Antonio  M , el Moreno,  era para dar cuenta.



 Cuando salieron dejaron en el suelo, aún mojado, las pisadas rojas.






No hay comentarios:

Publicar un comentario