Una chica del grupo nos enseñó lo que era el incienso - al parecer existe una planta que le llaman el incienso español - y al triturar sus hojas entre las manos deja desprender ese característico olor litúrgico.
También vimos un cagarrutero de conejos, que no necesita mucha explicación, y espinos con los que había que guardar las distancias.
En fin, llegamos con algún esfuerzo, lo esperaba algo mayor, pero no hubo decepción: arqueros, chamanes, animales, parejas ... mezclados en cientos de años de pinturas.
Hay dos ideas que no se me fueron en todo el camino de vuelta:
Una es cómo sería su lenguaje y si quedará algún resquicio en nuestras palabras más agrarias.
Y otra que, mientras aquí pintábamos, los egipcios construían pirámides. ¡En fín!
en las manos
olor de incienso,
refugio de Minateda
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