martes, 9 de octubre de 2018




En el preciso momento que corro el estor anaranjado para ver  llover arrecia el golpeteo de las gotas sobre los adoquines. Se adelanta  el clima a la previsión -decía internet que un treinta por ciento a partir de las tres - son las once.
 Dos árboles de judea en su isleta, con sus hojas de corazones y vainas secas, contrastan sobre el gris piedra y el ruido del agua.

Al terminar el chaparrón queda un aroma íntimo de aloe vera preminum y silencio. El calor de la taza con té de Ceilán,  que podría templar una manos frías, reposa sobre la mesa.

Obligado espero las horas; el siguiente chispeo tiene anunciada su llegada a las cinco. Quedan once minutos.

Hay mañanas  que son solo tardes de otoño: tal vez influya la lluvia adelantada y el diazepam.

aguaviento,
en el árbol de judea
brillan las vainas




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